Lluvia de ideas

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Después de una ardua tarde de quemarse las neuronas en la cabaña de Zeus, Piper y Jason tenían algunas ideas finales. Las otras fueron borradas, tachadas, brostizadas –no pregunten cómo–, o persuadidas a romperse por sí solas –sí, los poderes de Piper crecían a nivel «aterrador».

—¿Se te ocurre por qué pudieron haber peleado? —preguntó Jason.

Piper acomodó las hojas de sus planes y las guardó dentro de una carpeta manila color rojo. Eran cinco para ser exactos, acomodados y nombrados según las letras del abecedario. En cada una de las hojas la información se limitaba a resumir el plan aludido en general, pues tanto Piper como Jason prefirieron armar un esquema para cada plan por hoja, que incluía la idea, un resumen del desarrollo después de concretado el plan y el resultado. También tenían un plan de emergencia que ambos esperaban no tener que llegar a aplicar.

Piper sonrió, dejando la carpeta de lado para que sus piernas, desnudas desde el alto muslo hacia abajo, en posición de sastre respiraran aire fresco que les secara el sudor. Algo que tenían en común Jason y ella era su organización. Antes solía pensar que ella no era organizada, por su descuido de imagen, su espíritu rebelde y su pseudo cleptomanía. Pero, desde que conoció al verdadero Jason y arregló las cosas con su padre, Piper también se descubrió a sí misma. Descubrió que lo que pensaba que era no era más que la punta del iceberg de su verdadero ser, una punta que necesitaba derretirse.

—No, no lo sé. Es algo que no tiene sentido, porque ellos han atravesado por los momentos más difíciles juntos y jamás habían peleado así.

—Lo sé —replicó Jason, con una sonrisa apretada que marcaba más la cicatriz en su labio—. Yo tampoco puedo entenderlo.

—Pero para eso estamos nosotros. —Piper se arrastró para sentarse junto a él y rodeó el torso con un brazo. Jason apoyó la cabeza sobre la de ella por reflejo—. No creo que tenga tanta ciencia, al final y hasta es algo infantil que se les pasa con el tiempo.

Jason no creía que fuera algo pasajero. Sobre todo porque Annabeth había dejado su imperturbable madurez de lado para encerrarse como niña pequeña en su cabaña. Miró la carpeta con sus planes que reposaba sobre las mantas cerúleas donde dormía. 

—¿De verdad vamos a intentar todo eso?

Piper se encogió de hombros.

—Ya nos propusimos arreglar esto, tenemos que cumplirlo. Todos dependen de nosotros.

—¿Todos?

—Jason, Percabeth es el corazón del campamento. Ellos deben estar juntos. Se aman y eso no ha cambiado. Estoy segura. Todos los aman. Si vieras a mi madre; dioses, está... escandalizada.

Jason nunca entendería cómo hacían los hijos de Afrodita para ser tan perceptivos en el amor. Y no quería pensar en Afrodita haciendo un berrinche.

—Está bien, pero deberíamos empezar mañana. —Negó con la cabeza—. Ya tuve suficiente de Jackson por un día.

Piper asintió, soltando una risita cantarina.

—Creo que él también ha tenido suficiente de ti, chamuscador de amigos.

Jason estuvo a punto de protestar pero Piper acarició su mejilla y se estremeció de placer. Una vez que volvió a hablar, aplicó un tono seductor nada natural en ella, pero increíblemente atrayente.

—Entonces, hoy será el día de nosotros. ¿Cuándo te irás?

—Se supone que en cinco días, pero quién sabe, con un poco de cariño extra podría quedarme una semana más.

Sí, salir con una hija de Afrodita era un asunto delicado, pero también tenía sus beneficios.

Piper le quitó los lentes y lo besó en los labios. Una, dos, tres veces. Después de eso, perdieron la cuenta. La fría y solitaria cabaña de Zeus por fin conseguía un buen uso: mantener su privacidad.

Tampoco sean mal pensados, lectores, que de unos buenos besos no pasaron.

Además, el pobre Percy estaba pasándolo bastante mal con las quemaduras y las curaciones de Will carentes de anestesia. ¿Quién hubiera pensado que tenía un rango de voz tan alto? Hasta las chicas de la cabaña de Apolo tenían envidia.

As long as we are together?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora