Capítulo II

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Cada año desde que podía recordar su padre buscaba algún bosque o parque ecológico para que pudieran acampar en las vacaciones de verano. Ya era una tradición familiar, aunque en esas vacaciones temió que la tradición se rompiera. Acababan de mudarse a ese país por el trabajo de su padre, la casa aún estaba llena de cajas por desempacar, había muchas cosas que arreglar y aún así el viaje siguió su curso. Se quedarían un par de días en un bosque de ese país, luego irían a una vieja cabaña en las montañas que su padre rentó para los abuelos.

Pasarían un fin de semana en el bosque; el lunes por la mañana se pondrían en marcha para visitar a los abuelos y pasar con ellos el resto de las vacaciones, era un plan perfecto.

Casi a medio día la camioneta se estacionó en la entrada del parque, pues no se permitían vehículos más allá de la verja que les daba la bienvenida.

—Llegamos, hora de levantarse holgazanes —habló Katsuki estirándose.

—Cinco minutos más —murmuró Shiro acurrucándose contra Hideki.

—Si nos quedamos alguien podría quitarnos el mejor lugar para acampar —dijo Izuku en un intento por convencer a sus hijos, sin mucho éxito—. Además, si nos quedamos vamos a tardar más en armar el campamento y seguro no podremos ir a buscar a las hadas…

Estaba intentando llamar la atención del pequeño monstruo con más energía, su hija de cinco años, Aki, quien al escuchar aquellas palabras de su madre se separó de Natsuki y abrió la puerta del auto para salir.

—¡Levántense!, ¡vámonos! ¡Mamá hay que adelantarnos, que los dormilones nos alcancen después! —gritó mientras saltaba de la camioneta al suelo.

—¡No vas a ir a ningún lado monstruita! —gritó Nat bajando para detener a su hermana.

—Lo logramos —murmuró Izuku cuando vió al resto de sus hijos imitando a la más pequeña.

Katsuki solo pudo reír, sabía que solo Izuku tenía ese poder sobre sus hijos.

Se entretuvieron un rato tomando todo lo que habían llevado para el campamento. Katsuki llevaría la mochila más grande, esa que tenía los utensilios de cocina; también llevaría la casa de campaña. Izuku llevaba una mochila, a Ren en su pecho con ayuda de un portabebés, y a Aki bien sujeta con una correa de seguridad a su cintura. Esa niña acababa de desayunar un chocolate, lo que aumentaba su nivel de peligro.

Natsuki cargó su mochila, la de Aki y ayudó a su padre con la enorme maleta donde guardaron las mantas para no tener frío por la noche. Entre Hideki y Shiro se encargaron de las mochilas de sus hermanos gemelos.

Bien cargados y listos para la aventura, después de pagar su entrada al lugar, comenzaron su largo camino.

El parque les daba la bienvenida con un enorme claro repleto de negocios, restaurantes, tiendas de recuerdos y demás; asentados alrededor de la inmensa laguna que se formaba por el cauce de un río que bajaba la colina.

Habían llegado temprano, pues había pocas personas además de ellos, por eso mientras averiguaban donde estaba la zona de acampada, Izuku dejó que los más pequeños de sus hijos corrieran a ver la laguna, acompañados claro por Hideki y Shiro.

—Mira papá, hay una tirolesa —señaló Natsuki, apuntando a lo alto de la montaña—, ¿más tarde podemos ir?

—Parece muy alta… —suspiró Izuku, tratando de ver de qué parte del bosque salía el cable de la atracción.

—¿Te da miedo? —preguntó Katsuki mirando con una sonrisa divertida a su esposo.

—Por supuesto que no, lo haría sin dudar.

Mamá [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora