Capítulo VI

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—¿Mamá?

—Mami, despierta por favor.

Las palabras salieron de vocecitas infantiles, de un grupo de pequeños aterrados por la salud de su mamá. Los llantos de tristeza lo sacaron del mundo de los sueños, su preocupación por los pequeños era más grande que su cansancio. Al abrir los ojos se dió cuenta del pasto cubierto de rocío en el que estaba tendido. Sobre él un grupo de niños se asomaba, llamándolo entre lágrimas.

—Ya no lloren, estoy bien —arrulló con la voz rasposa.

Se incorporó como pudo sintiendo el dolor punzante en su cabeza, quizás se había golpeado con algo.

Los llantos de tristeza fueron reemplazados por gritos de alegría, de pronto Izuku se sintió envuelto en cálidos abrazos, los niños que lo rodeaban estaban sobre él, refugiándose en su calor.

—Tranquilos pequeños —arrulló con calma—, ¿dónde están sus mamis?

—Ellas no vendrán… —volvió a escuchar aquella voz melodiosa de antes.

Al levantar la vista encontró a la responsable. Una criatura de belleza sorprendente, largos cabellos hechos de enredaderas; un vestido blanco la cubría y parecía hacerla brillar con el sol. Por las enormes alas cristalinas en su espalda Izuku tuvo una idea de lo que veía.

—¿Un hada? —preguntó en un murmullo—. Debo seguir soñando…

—No es un sueño, yo te traje aquí —respondió el hada—. Hace mucho que estamos solos, ellos querían volver a ver a su mamá, para eso te traje…

—Yo no soy su madre…

—Lo sé, al menos por un tiempo déjalos sentir que sí, te prometo que te devolveré con tus pequeños, solo dame un poco de tu tiempo.

—Por favor, no nos dejes —suplicó una de las niñas, tenía el cabello largo, de color blanco y unos ojos escarlata como los de su Kacchan.

—Está bien, solo un rato… —respondió mientras dejaba suaves caricias en el cabello de la niña.

El hada observó en silencio con una brillante sonrisa, Izuku estaba jugando al escondite con todos los pequeños que vivían en su páramo. Niños de tantas épocas, espíritus creados a partir del dolor. Algunos eran hijos de las guerras, otros niños perdidos. A todos los cuidaba igual cuando llegaban a ese lugar, ella era la guardiana del bosque, protegía a todos los que vivían en él, pero con esos pequeños que antes fueron humanos no tenía mucha idea de como cuidarlos. Aprendía de las madres que veía llegar y quedó fascinada en el instante en que vió a Izuku, quien era amable y noble, cuidaba y amaba a la naturaleza tanto como amaba a su familia, esas cualidades la hicieron escogerlo a él entre el resto de humanos que pisaban su bosque.

Pasó un tiempo solo observando hasta que Izuku fue hasta ella. En el omega no había malicia, ni miedo, se acercó con tranquilidad, sujetó su mano y la obligó a unirse al juego.

De esa forma pasó su tarde rodeado de los pequeños niños de la leyenda que Shiro contó. Lo supo en el instante en que los vió con atención, vestían ropa de épocas pasadas, a pesar de eso eran juguetones y alegres. Él tuvo que reprimir sus ganas de llorar por el terrible destino de los pequeños, no quería poner tristes a los niños.

Jugaron al escondite, se divirtieron en el río, Izuku se entretuvo contándoles las historias de libros de cuentos que aprendió de tanto leerle a sus hijos.

Cuando la última pequeña cayó dormida sobre su regazo, el hada le indicó con un gesto que era hora de volver con su familia.

[...]

Mamá [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora