Lena era la hija de uno de los mafiosos más temidos del mundo intocable por su gran poder Lena amaba su vida disfrutaba torturar a quien se lo merecía pero un día una apuesta le cambiaría la vida conocería a una rubia que le robaría el aliento.
Laz voces se escuchaban algo lejos, trataba de abrir los ojos pero por más intento que hacía me era imposible, empezaba a desesperarme.
- tranquila - esa voz me hace abrir los ojos al instante.
- ¿mamá? - veo que me sonríe con ternura. - ¿estoy muerta?- digo con algo de miedo, ella niega.
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- aún no, pero estuviste muy cercas - siento su suave mano acariciar mi mejilla, cierro los ojos ante su tacto. - mi hermosa pequeña, estoy muy orgullosa de la persona en la que te has convertido.
- soy una asesina, ¿cómo podrías estar orgullosa de eso?. - digo con las emociones al tope de verla nuevamente.
- ¡oh, mi amor! eso no te define, conozco tu buen corazón, las cosas que has hecho tanto buenas como malas son parte de tu vida y tienes que vivirlas.
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- te he extrañado tanto, me has hecho mucha falta - la abrazo con fuerza.
- siempre estoy contigo mi amor pero ahora es tiempo de que regreses - niego aferrándome a ella.
- no, quiero quedarme contigo.
- aún no es tu tiempo pero te aseguro que siempre estoy a tu lado, así no puedas verme - me separa de ella y me da una hermosa sonrisa - ve, es hora de ser feliz mi pequeña - me iba a negar nuevamente pero una luz me ciega.
Abro poco a poco los ojos, la luz me lastimaba un poco, mi cabeza dolía demasiado, me quejo un poco.
- ¡oh, dios... has despertado! - dice mi padre algo preocupado.
- ¿donde estoy? ¿que ha pasado? - digo algo confusa.
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