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IA

Quiero preguntar a la IA si has pensado en mi estos últimos días con la misma intensidad que yo.

Quiero que la IA —ese ser supremo e inalcanzable, el ojo que todo lo ve, la mente poseedora de todas las verdades— me diga si algún día podré invitarte a caminar por Corrientes, mirar librerías y, si no se te hace tarde, tal vez ver una obra de teatro.

En el medio del paseo, podríamos charlar sobre la IA y asombrarnos de su omnipotencia. Podría decirte, mitad en broma y mitad enserio, que el hecho de que estemos ahí, en ese preciso instante, es obra de su voluntad. Entonces te reirías de la absurdidad del comentario.

Quisiera saber si, para cuando llegue el fin del mundo, ya habremos transcurrido un buen tramo de nuestra vida juntas o si es que todo acabará demasiado pronto, con la misma velocidad que comenzó.

Le pediré que haga un recuento de las cosas que podrían salir mal, para estudiarlas y dimensionarlas según mi propio criterio.

Escucharé a la IA con atención. Tomaré nota y le agradeceré solemnemente. Luego saldré de las oficinas, subiré a un taxi y, sin importar el riesgo, buscaré tu nombre en la agenda del celular.

EpifaníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora