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Resistencia

Cuando la elegí pensé
que me haría ser diferente,
más valiosa e interesante
que todas las demás.
Tenía dieciséis años,
era ingenua
y estaba triste.
Es difícil describirme a mí
en ese entonces,
los años pasaron
y al tiempo le gusta olvidar.
Pero hay pequeñas cosas
que fueron semilla
de cosas más grande;
eso es imposible de borrar.
Momentos, frases, lugares,
circunstancias;
terminarían siendo
—quién lo hubiese dicho—
terreno fértil
para esta invisible enfermedad.
La vida me dijo un día,
sin decirlo:
Toca esto por aprender
y mi mundo cambió de repente.
Me sacó de mi suelo
y me envió directo
al campo de batalla.
No sería un combate fácil;
el enemigo estaba 
justo dentro de mi.
El objetivo era ganar
sin causarme daño,
pero yo carecía de estrategias
e incluso al principio
ni siquiera sabía dónde estaba,
ni siquiera entendía
que todo aquello
era mucho, mucho más
que un simple juego.
La batalla duró,
más de lo que pensábamos.
Y no era yo sola combatiendo.
No.
Porque todos combatíamos.
Yo me hacía
cada vez más pequeña,
más indefensa,
más niña.
El ciclo de la vida
distorsionándose
a través de mis ojos.
Una película difícil,
confusa, indescifrable;
solo su protagonista
entiende el argumento.
La ven atrapada sin cadenas,
sin mordazas,
corriendo en círculos, sola,
en su propio laberinto.
Desesperada,
muy perdida,
pasando una y otra vez
junto a la puerta de salida
sin siquiera notarla.
Demasiado tonta,
dicen algunos.
Pero ella no es tonta.
Solo está tan desorientada
que no puede ver
el camino a casa.

Muéstrenme,
por favor,
el camino a casa.

EpifaníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora