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Una vez

No quiero que mis versos se oxiden,
ni que el amanecer borre de tu mente
mis más tiernas plegarias
de jovencita solitaria.
Porque te vi solo una vez y te elegí.
Solo una vez y no necesité más:
en tus ojos encontré todo.
Y al escuchar tu voz
me desprendí del suelo y subí, subí,
hasta el punto más alto de la cumbre.
Allí, de cara al viento,
formulé promesas desesperadas
que no podré romper.
Así que mejor no despertemos,
no hay forma de volver atrás.
Tus caricias son la medicina que tantos,
con gran esmero y fervor,
han buscado en vano.
Al fin encontré esa cura,
tan necesaria,
para el resto de mis días.

—Nada será igual que antes.

EpifaníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora