Dҽ ɱí ɳσ ƚҽ ʅιႦɾαʂ ɱáʂ

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Bosque de Colossus, 03 de febrero de 2038

Theresa más una vez no supo en qué preciso momento se fue a dormir. Después de su charla con Casey ella se tomó una de sus pastillas para el dolor, recetadas por el doctor de urgencias, y su letargo médico combinado cansancio físico la venció.

La superheroína la debió llevar de vuelta a la cama por cuenta propia, porque en un momento estaba acurrucada en el sofá, charlando con ella sobre temas de poca importancia, y en el otro se despertó en la comodidad de su colchón, rodeada por una frazada gruesa y caliente.

Al girarse a un lado —haciendo una mueca de dolor por mover su brazo luego de horas reposando en la misma posición— vio una silueta musculosa a su derecha. Era Casey, en todo su esplendor matunino. Lo que comprobaba su teoría respecto a su traslado.

La escena, que a años sus ojos no veían, la conmovió más de lo que había creído posible.

Su ex novia le daba la espalda en la cama y estaba recogida en posición fetal. Su sueño era tan profundo que llegaba a ronronear —algo que las personas de su especie hacían, cuando extremadamente relajadas—. También había transformado su apariencia de humana a alienígena mientras dormía. Theresa supuso que debió hacerlo por una cuestión de comodidad y ahorro de energía, al final, ella le había comentado ayer lo mucho que usar sus poderes la cansaba. No podía imaginarse lo agotador que debía ser, el mantener una apariencia ajena diferente a la suya por horas sin fin.

Y tan solo pensar en lo cansada que ella debió sentirse durante todos sus años de relación, fingiendo ser alguien que no era, hizo a su compasión aumentar.

Por curiosidad, la empresaria llevó su mano libre al brazo de la leñadora. Tocó su piel celeste y la acarició. La textura y blandura era igual a la de su piel humana —algo que la sorprendió, porque pensó que sus músculos serían sólidos como un trozo de cimiento, y tan ásperos como una lija—. Pero no. Eran tiernos y extremadamente suaves.

De pronto, Casey respiró hondo y se estremeció de pies a cabeza. Dos esferas azabaches y abismales se giraron junto a su torso, para buscar a los iris castaños de Theresa.

La ingeniera se había olvidado de este pequeño hecho; Titanis tenía los ojos completamente oscuros, como los de un cangrejo fantasma. Parecían el centro de un agujero negro.

—Buenos días.

—Hola —la superheroína murmuró, y luego observó los dedos intrépidos de Theresa, dibujando círculos en su bíceps. Al mirarlos también se vio a sí misma, y pareció espantarse—. Ay, perdón... Debo haberme transformado por accidente mientras dormía. Ya volveré a mi forma humana...

—No, no lo hagas.

—¿Qué?

—Te ves bien así —la millonaria comentó, con una sonrisa encariñada.

—Heh... Buena broma.

—No es broma.

—Casi caigo.

—No es broma —ella enfatizó sus palabras al acercarse más a la alienígena—. Eres linda.

—Thea...

Theresa la besó, para callarla.

—Preciosa.

Casey alzó una ceja, claramente desconfiada.

—No necesitas hacerme bullying a esta hora de la mañana, ¿sabías?

—¿Qué necesito hacer para que me creas? —acarició su rostro y la hizo entender, por el gesto apenas, que hablaba en serio.

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