Fҽʅιƈҽʂ ραɾα ʂιҽɱρɾҽ

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Rhyes, 18 de agosto de 2038

Luego de pasar varios días en su país natal junto a su familia adoptiva, reconectando con los miembros de su familia biológica —que Casey jamás esperó volver a ver—, ella y sus queridos humanos regresaron a la tierra, a retomar sus vidas normales.

Su tío abrió un portal permanente entre la sede del DAE y la base militar de Apsylon, que podía ser abierto y cerrado con sus huellas digitales, las de Theresa y las de la señora Stevens. Así que ella podía volver a su planeta cuando fuera se le antojara hacerlo, a visitarlo a él, su esposa e hijos.

Ella prometió que volvería ahí a menudo, pero también le dejó claro que no tenía planes de vivir para siempre en Anthelion.

Llegó a esta conclusión después de darse cuenta de que todos los lugares que solía frecuentar cuando niña eran mucho más vibrantes en el ayer, que la actualidad. Con la ausencia de sus padres, de sus amigos, y de varios de sus parientes, nada en esos viejos espacios de su infancia hizo a su corazón saltar de alegría, ni le trajo una paz indescriptible como antes. Ver a las viejas calles y vecindarios de su país solo aumentó su nostalgia por tiempos que ya no volverían, y empeoró el oscuro vacío existencial en su pecho.

Eso dicho, recuperar parte de su cultura y de su historia sí le permitió cerrar, de una vez por todas, la herida rebosante que era su pasado. Pudo sanar y contentarse con la cicatriz que siempre tendría en su alma, al fin.

A la vez, también la hizo extrañar a la tierra. A ese planetita azul, pequeño y lejano, en que había residido por tantos años.

Así que, luego de despedirse de su familia de sangre y de su pueblo, ella tomó la mano de la empresaria y volvió a casa.

Sus padres se quedaron en la capital, Ithaka, junto a Lucas. Ella y su novia viajaron de vuelta a Rhyes. Para explicar su repentina desaparición y pedirle disculpas a sus amigos y clientes en el poblado, Casey les contó que se había roto el brazo, y por eso había estado tan apartada de sus funciones. 

—Pero ahora estoy de vuelta —ella le comentó a la señora Marina, quien, junto al sheriff, habían estado cuidando de sus gallinas y caballos en su ausencia—. Y no tengo planes de irme de aquí en breve.

—Pero ¿ya te sientes mejor, cariño?

—Sí... Estoy bastante mejor —La alienígena sonrió y miró a Theresa, sentada al otro lado de su mesa—. Gracias a mi prometida aquí, que me ha estado cuidando desde mi accidente.

—¿Prometida? —La dueña del restaurante alzó las cejas y sonrió—. ¿Se van a casar?

La empresaria extendió su mano sobre la mesa y tomó la de Casey. En sus dedos, llevaban anillos hechos en Anthelion, con un metal tornasol llamado Onye.

Las dos se rieron al ver la reacción entusiasmada de la señora Marina. La mujer las abrazó a ambas y les regaló Cheesecake en nombre de la casa, más una botella de vino blanco.

Mientras bebían y devoraban el delicioso dulce entregado por la anciana, Casey bajó su tenedor, miró a su novia a los ojos y comentó, sin aviso alguno:

—Creo que quiero volver a ser Titanis.

Theresa casi escupió su comida al oírla.

—¿Qué?

—Ahora no. Pero lo he pensado y eventualmente... —Se rascó la cabellera—. Eventualmente quiero hacerlo. No quiero ser la guardiana permanente de Ithaka eso sí; dejaré esa función bajo la responsabilidad de Solaris y de los otros superhéroes que han surgido desde mi "muerte". Pero quiero volver a ser útil y ayudar a las personas de allá, en caso de alguna emergencia mayor... más grave. Por mientras, tengo pensado en retomar mis funciones de superhéroe por aquí. Rhyes y los poblados vecinos necesitan de protección también.

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