– Diosito, sácame de aquí. –Le rogué a las nubes, acostada en la cubierta del barco a la vez que me hacía sombrilla con el brazo derecho y recuperaba el aliento–. Me arrepiento de todas mis decisiones. Desearía nunca haberme escapado de esa celda y así no tener que sufrir en este maldito barco.
– Mira la malagradecida –dijo Madame desde el segundo piso.
– Aquí todas me tratan mal. Necesito que alguien me rescate –extendí la mano al cielo y alguien me la tomó. Era Marina, quien me agarró de ambas muñecas y tiró de mí, arrastrándome por el suelo de madera–. Un ángel vino por mí.
– Cuidado con la cabeza –rió Marina a la vez que miraba hacia atrás para no chocar. Éramos como dos niñas en un patio de recreo. Empezó a retroceder más rápido y yo gritaba y reía, viendo pasar las nubes a toda velocidad.
– ¿Qué pasó con esa chica humilde, callada, que me ofreció sus servicios hace cuatro meses? –preguntó Madame.
– Entró en confianza –respondió Nailah.
– A veces desearía no conocerla tanto –agregó Dana.
Marina comenzó a correr en círculos, sin soltarme, haciéndome dar vueltas como un trompo. A mí me dolía el estómago por carcajearme tanto.
– Ya, Dana. Trae el den den mushi –anunció Madame, soltando un suspiro dramático– Le voy a contar a Ace que Christine anda trapeando el piso con su espalda y que cuando se ríe hace sonidos como de cerdito.
– ¡Las odio! –grité.
Marina me soltó y cayó al suelo, desternillándose hasta las lágrimas. Yo me quedé en el suelo, recuperando el resuello. Nailah apareció recortada contra el cielo. Ahora sí me iba a matar.
– Me puedo ir entonces –dijo.
Me levanté de un salto y me atusé el cabello.
– Continuemos.
Nailah se posicionó en medio del patio y me provocó atrayéndome con el dedo índice. Le lancé un golpe directo a la cabeza, que ella esquivó con facilidad, y ella me respondió con otro que yo bloqueé con el brazo. Replicamos la interacción varias veces, dando vueltas por el centro del patio, hasta que me di un traspié y ella aprovechó de hacerme una zancada. Caí de bruces. De todas maneras, mi maestra me felicitó. Sus métodos de enseñanza eran duros, pero podía ser benévola cuando lo requerían las circunstancias. Me ofreció su mano, yo la tomé y me ayudó a levantarme del suelo.
– A propósito de Ace, empiezo a pensar, Christine, que te estás preparando para darle una buena paliza. –Dijo Madame– ¿Por qué no nos cuentas de una vez qué te hizo ese hombre?
– Tal vez Christine está buscando venganza –contempló Dana– nunca lo consideramos.
– O es que ese pirata es excelente en la cama. A ver, cuenta, Christine. ¿Cuánto tiempo aguanta?
Estaba acostumbrada a las charlas sucias de las piratas de Beeros. Eran tan comunes como la sal en el aire. En general, me restaba de ellas por obvias razones. Me reí ante el comentario y miré el suelo, esperando que olvidaran el tema. No ocurrió.
– No me digas... –Nailah al parecer había captado algo en mi mirada huidiza–. Tú... no has tenido sexo con ese hombre ¿cierto?
Un grito ahogado colectivo recorrió la cubierta de la nave. Las orejas me ardían.
– No puedo creerlo. No puedo –dijo Madame– Todo este tiempo hubo una virgen en el barco y no teníamos idea.
– Tendrías que haber avisado –dijo Dana– por si Evi necesitaba sacrificarte para un ritual o algo así.
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Ace, soy una Tenryuubito || One Piece || AcexOc
FanfictionMaris halló una oportunidad para escapar de su familia de sangre noble. En su camino de salida del archipiélago Sabaody se tropezará con Ace, el comandante de la segunda división de barbablanca, quien le despertará fuertes sentimientos con los nunca...