Probablemente no hayan escuchado esta historia. No es el tipo de anécdotas que se cuenta con el orgullo de haber sido partícipe. Probablemente eres uno de los primeros en conocerla, querido lector que estás al otro lado de este papiro manchado y que algún día, cuando este diario llegue a tus manos, te enterarás de tantas cosas que no le confié ni a mis seres más cercanos. Ace me lo preguntó, pero nunca me detuve a explicarle con exactitud cómo es que di con él. Fue un dilema difícil de desentrañar: cómo encontrar a este hombre tan escurridizo, tan poderoso, valiéndome de las pocas habilidades que tenía en ese momento. ¿Cuáles eran mis posibilidades? ¿Qué ventajas tenía yo y que me podían dar una oportunidad que el resto del mundo no tenía?
Fue en una tarde sin viento, en una isla otoñal de la primera parte del Grand Line, cuando una chica jadeante y andrajosa entró a trompicones a la base de la marina de la división 130ª. No fue tan sorprendente su escandalosa entrada como lo fueron las palabras que pronunció frente a los marines presentes. Fue algo así:
–Auxilio. Alguien, por favor, auxilio. Soy Stella Maris. Fui secuestrada por piratas y acabo de escapar. Alguien, por favor, contacte a mis padres en Mary Geoise.
Esa chica era yo.
Los cadetes de guardia, alertados por mi súplica, se apresuraron a difundir la noticia por el resto del edificio. No sé si los convenció mi oxidado acento de niña mimada o la efervescencia con la que ofendí tanto a los ancestros como a la descendencia de cada uno de los individuos que tuvieron la desventura de entrar en mi campo de visión. Minutos después dos hombres uniformadas me escoltaban por unas escaleras que daban a las oficinas de los cargos superiores. Mis piernas aún no hacían las paces con tierra firme y mis rodillas resentían cada impacto al chocar contra los escalones.
Llegué a una estancia que parecía cumplir las funciones de oficina y gimnasio del capitán de la base. Un hombre de grandes dimensiones, abundante vellosidad y pocos pensamientos. Tenía esa pose autoritaria, con la mano en la cadera y la vista perdida más allá de la ventana, cuando me indicó que yo, de hecho, no era Stella Maris.
– La tenryuubito se encuentra felizmente casada en la tierra sagrada –dijo frotándose la barbilla peluda–. Fue inteligente el de tu parte el hacerte pasar por ella... o al menos demuestra que estabas informada de su escape al archipiélago Sabaody de hace algunos años. Por supuesto, te faltó conocer un pequeño detalle: la encontraron el mismo día.
Después de unas disculpas muy vehementes de mi parte, ya habiendo soltado al personaje que me daba tanto asco volver a interpretar, le aseguré al capitán que estaba dispuesta a compensarlo por cualquier inconveniente causado. Bastó una mirada traviesa a su entrepierna para lograr que el marino le indicara al resto de presentes que se retiraran y así quedamos los dos solos.
El capitán de la 130ª división no se destacaba por su sutileza, como pude comprobar cuando trató de seducirme con unas caricias ásperas en los muslos y susurrando palabras que no dejaban mucho a la imaginación. Yo usé los conocimientos que me entregó mi tripulación para tomar el control en ese juego de seducción. Di algunas vueltas por la oficina dejándole entrever mis supuestas intenciones obscenas sobreentendidas bajo deslices de tela que mostraban la piel de mi hombro. Se acercó mucho a mí, me rodeó con sus extremidades enormes y me besó el cuello. No era mi tipo, pero mentiría si dijera que no sentí un poquito de placer al experimentar el ansia voluptuosa de ese hombre desconocido. Quizás eso me hace una mujer sucia, no lo sé. Aún así, no tenía intenciones con él y lo alejé, manteniendo mi actitud divertida y evasiva.
– Está jugando sucio, capitán –negué con la cabeza en señal de desaprobación–. ¿Así trata a las chicas que comenten el error de decir una mentira inocente? No le permitiré que sea tan duro conmigo... –caminé en dirección opuesta con los brazos en la cadera y el capitán soltó un suspiro–. ¡Oh, por cierto! –Volví a acercarme a él con un renovado interés brillando en mis ojos– ¿Cómo supo que Stella Maris estaba en Mary Geoise? ¡Y con tanta rapidez!
– Fue fácil –el hombre sucumbió de inmediato a la oportunidad de presumir su rango y me respondió con una sonrisa–. Tengo mis contactos en los altos mandos, cariño.
Mi felicidad en ese momento fue sincera. No pasó mucho tiempo antes de que le insistiera con una voz muy infantil que me demostrara cómo funcionaba. Él, que en esos momentos ya tenía una erección visible, no se resistió mucho a cumplir mi capricho, pues de seguro pensaba que así podría ganarse mi favor.
– ¿Y qué quieres...?
– Dígame el paradero de Portgas D. Ace.
– ¿Ace puño de fuego?
Me encogí de hombros.
– Dicen que es un pirata muy peligroso... si no lo sabe no hay problema...
El marine me cortó y tomó el auricular de un den den mushi. Nunca olvidé esa llamada; durante toda la conversación, mi corazón retumbaba en mis oídos, haciendo que la habitación pareciera distante. El sonido del caracol se mezclaba con mi respiración agitada. Cuando el interlocutor mencionó que el último avistamiento conocido de Ace Puño de Fuego fue en la isla Jaya, ya tenía una pesa de 30 kilos en la mano. La estampé con una fuerza que hasta a mí misma me sorprendió y de la que seguro solo fui capaz gracias al riguroso entrenamiento de la chica que ya no me dirigía la palabra.
El capitán cayó inconsciente y yo corté la llamada. Abrí todos los cajones y escarbé en ellos con manos temblorosas. Encontré de todo: barras de proteína, papeles importantes, lubricante, basura variada y, entremedio, mapas, log pose... eternal pose. Solté una exclamación de victoria cuando apareció el eternal pose cuya aguja apuntaba al lugar al que más deseaba ir en todo el mundo desde hace algunos minutos.
No me detuve para averiguar cuándo la persona a mi lado recuperaría el conocimiento. En poco tiempo, ya descendía las escaleras de dos en dos, las mismas por las que había subido apenas un momento antes. Atravesé la sala abarrotada de uniformados que se volvieron para mirarme con extrañeza, asegurándome de no cruzar miradas con ninguno, con un paso apresurado pero tranquilo a la vez. El eternal pose en dirección a la isla Jaya rebotaba contra mi muslo en el bolsillo de mi pantalón. Crucé el umbral y, en lo que respecta a los marinos de la 130ª división, me desvanecí en el aire.
Dos días después estaba recorriendo las calles de Jaya y sí, allí volví a encontrarme con Ace.
Nota del autor:
No pude actualizar a tiempo, porque tuve unas semanas bastante ocupadas y tuve que reescribir este capítulo, específicamente para acortarlo, ya que originalmente era mucho más detallado y... me pareció que no era necesario extenderse tanto, pero a la vez no quería eliminar esta parte, porque la capacidad que tiene Christine para elaborar planes y ejecutarlos es una característica muy importante de su personaje y, a la vez, encontrar a un pirata tan buscado como Ace no es algo sencillo... necesitaba una explicación.
Ahora, como este capítulo es corto y el próximo siempre lo tuve parcialmente escrito, lo programaré para esta misma semana.
Quiero agradecer a la gente que sigue del otro lado de este fic, porque sus votos y comentarios literalmente me hacen seguir escribiendo jaja sin esas personas no me parecería que vale la pena, porque... es difícil dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a una historia que pareciera que nadie lee. A ellos (y a los lectores más pasivos también) quiero decirles que si a veces no actualizo a tiempo es porque no quiero darles un producto mediocre, cuando yo sé que tengo los conocimientos o las capacidades para hacer algo más entretenido, más coherente, mejor contado y más fiel al corazón de la historia. Espero que de ahora en adelante se note aún más todo el cariño que le tengo a este fanfic y a sus personajes.
No se pierdan la siguiente actualización "Capítulo 19: Ace"
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Ace, soy una Tenryuubito || One Piece || AcexOc
FanfictionMaris halló una oportunidad para escapar de su familia de sangre noble. En su camino de salida del archipiélago Sabaody se tropezará con Ace, el comandante de la segunda división de barbablanca, quien le despertará fuertes sentimientos con los nunca...