Salí de la tina y me envolví en una toalla. Fui directo al espejo del baño. Los meses pasados junto a las piratas de beeros me habían cambiado: había recuperado el peso que había perdido como esclava. Mi pecho, mi trasero, mis muslos habían aumentado su tamaño. Mientras me secaba las piernas recorrí con un dedo los músculos que se habían formado y que volvían mi piel tersa. Los días en el mar me habían dejado bronceada; el entrenamiento había transformado mi figura y ahora tenía frente a mí un cuerpo que era casi completamente desconocido. Me toqué el abdomen, duro y tierno a la vez, y bajé el dedo hasta la mata de pelo que ocultaba el comienzo de mi intimidad. Alguien golpeó la puerta y por un segundo me sentí desfallecer por el sobresalto. Me disculpé en voz alta, regresando a la labor de secarme con la toalla.
Cuando toqué la puerta de la habitación de Nailah aún tenía el pelo húmedo. Ella era la única otra persona a bordo, aparte de la capitana, que tenía un cuarto propio. Asumí que por ser la primera oficial tenía ese beneficio. La manilla se giró y ella apareció al otro lado. No dijo nada, solo retrocedió, liberándome el camino. Entré a un dormitorio ocupado por una cama de tamaño mediano y una cómoda. Eran los únicos muebles, lo que hacía que el lugar pareciera muy espacioso. Además, todo estaba ordenado y limpio. Por supuesto que la habitación de Nailah era inmaculada. También estaba bien iluminada y olía bien, igual que ella.
Me señaló la cama, me senté y crucé las piernas. Estaba tan ansiosa que la presión que esto último ejerció en mi entrepierna me hizo sentir una pequeña dosis de placer. Sabía que si contraía los músculos del interior de mis muslos podría sentir una descarga y la sensación era tan agradable que no pude resistirme a hacerlo un par de veces. Nailah se sentó a mi lado y temí que notara mi agitación. No obstante, descubrí que podía escuchar su respiración. Ella, la guerrera letal, silenciosa, soltaba exhalaciones tan intensas que eclipsaban el golpeteo de mi corazón.
- ¿Y? -su voz era demasiado ronca. Ella tampoco actuaba normal- ¿Dónde quieres empezar?
No lo sabía. Solo quería que me tocara. Negué con la cabeza. Ella rodó los ojos y acercó su rostro al mío. Fue tanta la cercanía que su respiración ruidosa me acarició los labios.
Sus ojos no eran comunes. En algún momento pensé que eran castaños, pero había un poco de amarillo y verde en ellos. No era precisamente un color y el efecto que generaban en mí no era normal. Nada de eso era normal.
-¿Vas a besarme? -pregunté con un hilo de voz.
- Pensé que querías practicar. ¿Nunca te besaste con una amiga para aprender a hacerlo?
Negué con la cabeza.
- No es nada. Es solo un beso - dijo ella.
Asentí. Me mantuve quieta mientras ella acortaba la distancia entre nosotras. Me inundó ese olor a jabón que emanaba de ella y algo suave me tocó los labios. La sensación fue tan distinta a las que conocía que retrocedí algo sorprendida.
- Está bien si no quieres -me tranquilizó. Estaba demasiado seria y sentía que esa solemnidad iba a acabar conmigo.
- Sí quiero. Es que... es extraño -Pese a que el calor de Nailah aún no abandonaba en mis labios, yo seguía sin poder creerlo. Era inconcebible que mi despiadada maestra me acabara de besar. Un cosquilleo me adormecía las manos.
Ella se mordió el labio y volvió a acercarse. Esta vez succionó el extremo inferior de mi boca, obligándome a abrirla un poco. Me robó unos cuantos besos suaves y lentos antes de introducir su lengua en mi abertura con gentileza, como pidiendo permiso. A ojos cerrados y sintiendo cada roce de mi pantalón, que parecía estar apretándome a propósito en mis partes íntimas, le di la bienvenida a su aliento, correspondiendo a sus caricias.
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Ace, soy una Tenryuubito || One Piece || AcexOc
FanfictionMaris halló una oportunidad para escapar de su familia de sangre noble. En su camino de salida del archipiélago Sabaody se tropezará con Ace, el comandante de la segunda división de barbablanca, quien le despertará fuertes sentimientos con los nunca...