VII. 𝐋𝐎𝐒 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀𝐍̃𝐎 𝐀 𝐓𝐎𝐃𝐎𝐒...

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Ya terminamos de lavar todos los platos y vasos, por ahora, falta poco para que sea la hora del almuerzo, espero que no venga nadie, así no tengo que lavar platos con arroz y fideos, jaja.

Pero bueno, voy a terminar de contarles mis recuerdos en Japón mientras tenemos nuestro mini descanso.

Yo estuve solo casi toda mi vida, pero mi balón de fútbol fue la mejor compañía que pude haber tenido, el mejor regalo que me pudieron haber hecho mis padres en mis diecinueve años de vida, y es que este balón lo tengo desde que nací, es el mismo balón que me salvó de ser atropellado por un camión cuando tenía un año, y lo cuido demasiado, por eso me ha durado toda una vida, hasta me lo traje a Brasil conmigo, obviamente, yo sin mi mejor amigo no puedo vivir, no les voy a mentir que hay veces que de noche no puedo dormir por dar vueltas y vueltas en la cama como un trompo, pensando en mis seres queridos de Japón, y solamente puedo conciliar el sueño si abrazo a mi querido balón. Estoy tan lejos de ellos, y por más que soy lo suficientemente independiente para arreglármelas yo solo, hay veces que siento que los necesito, y es que siendo tan joven, y enfrentándote a cosas nuevas por primera vez, como lo es el vivir en otro país, no dejas de pensar en: "mamá, papá, ayúdame". A veces me veo totalmente seguro haciendo cualquier cosa aquí en Brasil, pero en el fondo me siento aterrado, sin embargo, algo que hago para no sentirme tan nervioso y estresado, es visualizarme a mí mismo logrando mi más grande sueño en la vida: volviéndome una estrella aquí en Brasil, y jugando el mundial de mi categoría con mi querido Japón, con mis queridos amigos, y por supuesto, levantando la Copa del Mundo... Eso es por lo que estoy aquí en Brasil, por lo que me esforcé tanto, ganando los tres torneos de secundaria en Japón, por lo que gané el torneo juvenil organizado en Francia hace tres años. Todo este trabajo es para lograr esa meta que anhelo bastante, que no falta mucho para lograrla, en unos meses voy a volver a Japón para prepararme con mis compañeros, y así poder participar en el Mundial. Estos tres años en Brasil han sido maravillosos, los voy a extrañar mucho, pero también estoy deseando irme para poder ver a mis amigos y familia de nuevo, en persona, adiós a las videollamadas, adiós a estar todo el tiempo en el celular para comunicarme con ellos.

Muy pronto los volveré a ver, amigos...


─Estas porquerías son carísimas─ me comentó Urabe, una vez que compramos los famosos kinder joy, que son la infancia de todos, ¡eran riquísimos!─, ¡y son chiquititas! Yo tenía que comprarme como diez para llenarme, y mi madre siempre se enojaba conmigo porque siempre me salía con el mismo discurso: "no hay plata", y encima decía que esto no era saludable, ¿cómo no va a ser saludable si tiene leche? La leche es sana.

─Urabe, no todo lo que contiene leche es sano, si tiene exceso de azúcares está lejos de ser saludable─ le contestó Ishizaki─, pero sí... ¡¿Por qué estas cosas tan chiquitas salen cien yenes?!

─Y bueno, ¿qué se le va a hacer? Aprovechemos este momento, porque no se repite todos los días, no todos los días tenemos plata─ dijo Misaki

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─Y bueno, ¿qué se le va a hacer? Aprovechemos este momento, porque no se repite todos los días, no todos los días tenemos plata─ dijo Misaki.

─Exacto, comámonos esto bien lento para que dure─ reí. Pero lo cierto es que comerte un kinder joy a paso lento es muy difícil, porque es tan rico que dan ganas de saborearlo y disfrutarlo de una, sin embargo, cuando lo ves vacío se te llena el alma de tristeza, jaja.


─¡Urabe, ¿trajiste las papas fritas para la película?!─ le gritó Ishizaki desde la sala.

─Miren y lloren─ Urabe nos mostró un plato de seis sabores de papas fritas, y encima con crema de cebolla.

─Miren y lloren─ Urabe nos mostró un plato de seis sabores de papas fritas, y encima con crema de cebolla

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─...

─Le echas ganas a la botana para ver películas, ¿verdad?─ le preguntó Kishida.

─Sí, obvio. Muévete─ Urabe se sentó bruscamente en medio de Kishida e Ishizaki.

─¡AY, BRUTO!

─¡IMBÉCIL, ME LASTIMASTE LA CADERA!

Yo simplemente me reí. Cuando Urabe tenía doce años era muy gracioso, y lo sigue siendo.


─Tsubasa, nadie lleva mejor la dorsal número 10 que tú. Yo quiero ser el mejor delantero de Japón y del mundo, y por eso escogí la número 9─ me contó Hyuga, el día en que terminó la concentración de los jugadores japoneses, previo a la elección de los mejores diecisiete que iban a ir a Francia por el torneo juvenil. Yo no formé parte de la concentración por mi lesión, pero de todas formas me dejaron la diez para cuando estuviera listo.

─A-amigos...─ no pude evitar dejar salir una lágrima. Estaba tan feliz porque mis amigos pensaron en mí. En ese momento tenía aun más ganas de ir a Europa.


─¡Oye, Tsubasa! ¡¿Ya despertaste o qué?!─ sentí la voz de Ishizaki desde afuera. Ese día yo estaba en el hospital, y pasé esa noche ahí, debido a que debía tener al doctor cerca de mí por mis lesiones. Ese día jugué la tercera final de secundaria, y mi equipo fue al hospital a darme ánimos antes del partido. Fui a abrir la ventana, y los encontré a todos.

─¡Hola, Tsubasa! ¡No olvides esto: hoy es nuestro último partido de secundaria!─ me dijo Izawa.

─¡Vamos a hacer que este partido sea un evento inolvidable!─ añadió Kisugi.

─¿Qué opinas?─ preguntó Ishizaki.

─Así será─ dije con una sonrisa. 

─Tsubasa─ me habló Sanae detrás de mí, yo me di la vuelta─, aquí está tu uniforme─ me entregó mi camiseta, la 10...

Esa camiseta me hace sentir super especial, hasta la traje conmigo, a la camiseta de Nankatsu y a la de Japón, esa que usé en el campeonato de Francia, las tengo colgadas en el armario para que me den suerte. El número 10 significa mucho para mí porque me hace sentir como un líder, mis amigos de Japón siempre me decían que yo era el capitán del equipo, hasta Ishizaki se refirió a mí como a un ángel caído del cielo cuando nos conocimos, y yo fui la clave para que el equipo mejorara en ese entonces. Yo soy una parte de ellos, y ellos una parte de mí.

Los extraño a todos...

─Tsubasa, deja de mirar al piso como alguien perdido en la vida─ Pepe golpea las manos frente a mí para que reaccione.

─¿Qué? ¿Ya es hora del almuerzo?─ pregunto, algo confundido.

─Pues sí, ya hay como treinta personas en las mesas.

─¡Ay noooo!─ me tapo la cara.

─Luego soy yo el quejumbroso.

─Bueno, ya, tienes razón. Vamos a trabajar.

Pero luego de recordar todo eso, no me puedo quitar a mis amigos y familia de la cabeza, y me entra como un sentimiento de amargura.

𝗥𝗘𝗖𝗨𝗘𝗥𝗗𝗢𝗦 𝗗𝗘𝗟 𝗔𝗬𝗘𝗥 ❱ Capitán Tsubasa ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora