XII: Sobre olas y sonrisas

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Bajo el resplandeciente sol del verano que iluminaba el cielo sin nubes, Jason, Ruby y Samantha llegaron a la hermosa playa de Hidden Bay. La arena dorada se extendía debajo de sus pies, cálida y acogedora, mientras las olas rompían suavemente en la orilla, llenando el aire con el sonido melódico del mar. La brisa marina fresca jugueteaba con sus cabellos, y el cielo azul estaba adornado con el revoloteo de las gaviotas.

Jason, que llevaba su cabello castaño completamente despeinado, aceleró el paso y luego se detuvo frente a ellas con una sonrisa radiante.

—¿Listas para un día emocionante? —preguntó con anticipación.

El entusiasmo de Jason fue contagioso, y Ruby no pudo evitar responder con un animado:

—¡Totalmente lista!

Samantha, más reservada, observó a su alrededor, a la gente que disfrutaba de la arena y las olas.

—Supongo que también estoy lista —logró decir.

Con un gesto emocionado, Jason asintió y los tres amigos se encaminaron hacia la zona rocosa que se extendía a lo lejos, más allá de la suave arena. A medida que se acercaban, las rocas se volvían más prominentes, cubiertas de musgo y con pequeñas piscinas de agua salada atrapadas entre ellas. Algunas personas exploraban las pozas naturales, mientras otras se aventuraban a escalar las rocas con destreza.

Con entusiasmo, Jason señaló hacia la zona rocosa.

—Primero, vamos a explorar las rocas. Hay pequeñas piscinas naturales llenas de criaturas marinas fascinantes. ¡Vamos a ver cuántas estrellas de mar y cangrejos podemos encontrar!

Llena de curiosidad, Ruby se adelantó hacia las rocas, ansiosa por descubrir los secretos del océano escondidos entre las grietas de las piedras. Mientras caminaban, pudieron ver el viejo faro de Hidden Bay en la distancia, su estructura de hierro oxidado brillaba por los rayos del sol. También notaron cómo algunas personas valientes se aventuraban en el mar, surfeando en las olas que rompían con fuerza cerca de la costa.

Entre risas y charlas animadas, los tres amigos se adentraron en el intrincado laberinto de rocas, explorando las pequeñas piscinas naturales. Descubrieron estrellas de mar de varios colores y tamaños, cangrejos que se escondían hábilmente entre las grietas y peces pequeños que nadaban velozmente en las aguas cristalinas de las pozas. Ruby observaba cada criatura marina con admiración, como si estuviera descubriendo un mundo completamente nuevo.

—¡Miren esto! —exclamó Jason, sosteniendo un pequeño cangrejo ermitaño en la palma de su mano. —Creo que encontré a nuestro nuevo amigo.

Ruby, con una sonrisa radiante y su cabello rojo ondeando con el viento, exclamó—: ¡Es increíble! ¿Dónde lo encontraste?

Samantha, aunque aún escéptica, no pudo evitar sonreír ante aquella emoción contagiosa. Se unió a ellos y ayudó a liberar al cangrejo, dejándolo de vuelta en su pequeño hogar en una de las piscinas.

Después de apreciar los alrededores un poco más, decidieron aventurarse aún más en las rocas, explorando las grietas y hendiduras con cuidado. En un momento dado, encontraron una formación rocosa que parecía una escalera natural, invitándolos a subir y ver el paisaje desde una perspectiva más alta.

Con algunas bromas y risas, comenzaron a escalar. Ruby, a pesar de su aparente falta de experiencia, subió con gracia, admirando la vista desde la cima. Jason hizo una pausa en el camino y señaló dramáticamente hacia el horizonte.

—¡Ahí! ¡Esas son las islas de las sirenas! —exclamó—. Dicen que las sirenas se sientan en esas rocas y cantan canciones mágicas para los marineros.

El puente de Hidden BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora