XXV: Ruby

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Ruby soltó el aire contenido y tragó saliva. Observó el fuego expandiéndose rápidamente y el humo que comenzaba a abrazarla.

—¿Cómo debo enfrentarme a esto? —se preguntó mientras sentía que la pierna izquierda le comenzaba a temblar.

No importaba, no podía perder el tiempo pensando.

Comenzó caminando despacio y, sin darse cuenta, ya había atravesado gran parte del vestíbulo corriendo y esquivando todo lo que se atravesara en su camino.

La gran entrada al salón principal había sido bloqueada por el fuego y cuando trató de acercarse para "intentar atravesarlo", entendió al instante por qué eso sería una mala idea.

Retrocedió algunos pasos atrás y trató de pensar, lo que se complicó cuando escuchó la voz de un adulto pidiendo ayuda y el llanto de un bebé desde el otro lado. Alguien necesitaba ayuda con desesperación, tenía que encontrar algún modo.

—¡Voy a ayudarlos, esperen ahí! —gritó desde su lugar, aunque no creyó haber sido escuchada.

Volvió a revisar sus opciones. Al inicio, intentó atravesar el fuego con cuidado y... ¡quizás ese fue su error! ¿Y si intentaba cruzarlo a toda velocidad?

—Lo tengo... creo... —dijo para sí misma.

Apretó los puños, cerró los ojos por un segundo y corrió con todas sus fuerzas. Sintió el excesivo calor en su piel, pero solo por un segundo.

Cuando abrió los ojos, se encontró con el salón principal. Se alegró por un momento de que su plan haya funcionado, sin embargo, ahí adentro era mucho peor, los asientos se quemaban, el telón comenzaba a hacerlo y las grietas en el techo provocaban crujidos y pequeñas lluvias de escombros.

Entre el humo y el polvo, buscó a las personas que pedían ayuda.

Ahí estaban, cerca al escenario, ese pobre hombre no podía cargar a su pequeño bebé y ayudar a caminar a su esposa a la vez.

Ruby se apresuró en bajar las escaleras y evitar el fuego para llegar hasta ellos.

—Ayúdame, por favor —le rogó el sujeto mientras extendía a su pequeño hijo hacia ella —. Tenemos que llevarlos a un lugar seguro...

Casi a la vez el lugar se agitó y, luego de lo que pareció el rugido de un animal salvaje, uno de los balcones se inclinó hacia ellos.

—Sacaré a tu esposa y al pequeñín de aquí —empezó a explicar Ruby. Si se mostraba asustada, era posible asustarlos a ellos también.

—Pero, eres solo una niña... —interrumpió el padre confundido.

—Tengo entrenamiento, soy una experta en esto —prometió con una mirada segura y, de algún modo, el hombre pareció aceptarlo—. Usted solo debe mantenerse a salvo, volveré antes de que se dé cuenta. En serio.

Sin esperar una respuesta, Ruby cargó al bebé entre sus brazos e hizo lo posible por cubrirlo del humo.

—Usted, súbase a mi espalda —indicó Ruby a la desesperada mujer.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Solo hágalo —insistió Ruby —, como si fuera una niña. He cargado mucho más peso antes.

Sin entender mucho, la mujer obedeció a Ruby y se colgó de su espalda.

—Ya vuelvo —le dijo Ruby al hombre con una especie de sonrisa nerviosa.

El hombre miró asombrado como Ruby empezó a moverse y a esquivar los obstáculos con una facilidad increíble, como si el peso no le molestara en absoluto. Y así era.

El puente de Hidden BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora