II: Sigamos el plan, o no

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Los primeros rayos del sol se filtraron a través de los diminutos huecos de las persianas, pintando la habitación oscura y desordenada con destellos dorados. Samantha abrió los ojos lentamente, apartando la muñeca que descansaba en su frente. Emitió un suspiro profundo, como si ya estuviera.

En la penumbra, estiró la mano hacia la pequeña mesa junto a su cama, buscando su teléfono. Lo agarró y lo encendió. Un pequeño rastro de decepción cruzó su rostro cuando lo dejó caer a su lado.

A regañadientes, se levantó de la cama. Observó a su alrededor el caos que llenaba la habitación: ropa desordenada y papeles arrugados estaban esparcidos por el suelo. Antes de moverse, sus ojos se detuvieron en los pósteres que adornaban las paredes; personajes de videojuegos que siempre habían sido su escape y consuelo.

—Solo otro día... —murmuró con pesimismo. Sabía que las figuras en los pósteres no le responderían, de cualquier modo, siempre encontraba cierta calma hablando con ellos.

Con cuidado, evitó los obstáculos en el suelo y se acercó a la puerta. Miró al pasillo oscuro y, con un movimiento suave pero decidido, abrió la puerta en silencio. Afortunadamente, reinaba el silencio en la casa en ese momento.

Las tablas crujieron bajo sus pies mientras se dirigía a la siguiente habitación. Se detuvo por un momento, pegando su oído a la puerta en un intento de captar cualquier señal de vida al otro lado. Con precaución, giró el pomo y empujó la puerta lentamente, asomándose para espiar en el interior.

De repente, retrocedió, desconcertada, y cerró la puerta con rapidez. Se quedó allí, todavía sosteniendo la perilla en la mano, tratando de procesar lo que acababa de ver.

—¿Esto es una broma? —murmuró para sí misma, incrédula—. ¿Acaso están grabando una película de terror? ¿Cómo es posible que alguien esté flotando mientras duerme?

Se cubrió el rostro con ambas manos y agachó la cabeza.

—Bueno, el día apenas comienza... —se dijo a sí misma en un intento de encontrar algo de normalidad.

⸻•••⸻

Samantha colocó la taza de café humeante sobre la mesa del comedor y, en ese preciso momento, una voz animada la sorprendió desde atrás.

—¡Buenos días, Sam! —exclamó Ruby, llena de energía.

Samantha dio un salto y se giró rápidamente. Aunque su expresión inicial fue de sorpresa, volvió a su habitual indiferencia y respondió: —Ah, hola, Ruby.

Ruby, la chica que habían encontrado en el puente, llevaba ya una semana en casa de Samantha. Estaba destinada a quedarse allí hasta que pudieran resolver su misteriosa situación. Le habían dado el nombre de "Ruby" por el color de su cabello. Samantha no pudo evitar preguntarse cómo alguien podía decidir el nombre de otra persona de esa manera.

—Por favor, deja de hacer eso —dijo Samantha con voz suave y a la vez, firme.

—¿De qué hablas? —respondió Ruby, mostrando una expresión de confusión.

—Aparecer de repente y gritar, es aterrador —explicó Samantha, sin dejar de observarla.

—Lo siento, Sam —Ruby se sonrojó y bajó los hombros, visiblemente avergonzada.

—No importa, siéntate, hay café para las dos.

Ambas se sentaron frente a frente en la mesa del comedor. Ruby ahora tenía una sonrisa tenue y juguetona, mientras que Samantha permanecía pensativa, examinándola con detenimiento.

Samantha se sumió en sus propios pensamientos. "Qué extraño es todo esto... Nunca imaginé que pasaría así la primera semana de las vacaciones de verano, siendo una especie de... niñera", reflexionó Samantha.

El puente de Hidden BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora