7 años después.
Anne paseaba con tranquilidad por el pasillo del centro comercial, llevaba puesto un vestido corto de color rojo quemado y un pequeño abrigo negro, a juego con unos altos tacones de doce centímetros. Le hacían ver más alta, poco le importaba que le cansaran a cada minuto.
" La belleza cuesta."- peso
Ese día en especial tuvo que ir a la tienda departamental a comprar un regalo para el cumpleaños de su madre. Sin embargo, debido a otra mujer que venía con prisa, chocó contra ella provocando que dejara caer una de las pequeñas bolsas que sostenía. Maldijo interiormente a la tipa, y volvió a maldecir doblemente al verse en la penosa necesidad de agacharse a recogerlo; con esa falda corta y tacones altos sabía el resultado. Nada favorable para ella, pero sí para los transeúntes masculinos de alrededor.
—Se le cayó esto, señora.
Antes de inclinarse escuchó una suave vocecita, vio que el dueño de ésta se adelantaba a recoger la bolsa y alzarla para entregársela. Miró con curiosidad a la personita, apenas un pequeño niño de unos tres o cuatro años, abrigado con un grueso suéter azul oscuro con unos simpáticos conejos blancos. De cabellos negros y unos curiosos ojos marrón chocolate que le parecieron bastante familiares. Sonrió levemente, sujetando su paquete.
—Gracias —respondió amable, omitiendo el hecho de haberle llamado "señora".
—De nada.
Ella buscó a un adulto alrededor del niño sin encontrar a nadie. Iba a preguntarle si estaba perdido, pero antes de soltar la interrogante la voz de otra mujer llamando al pequeño niño interfirió en su cuestionamiento.
—¡Ryan!
Distinguió el nombre unos metros adelante. El pequeño brincó sobre su lugar antes de despedirse.
—Mamá me llama. ¡Adiós, señora!
La pelirroja observó que una mujer de largos cabellos ébano, ataviada en un fino abrigo blanco llegó hasta el pequeño para cargarlo, Ashley primero frunció el ceño pero después le sonrió a su hijo apretándole una de sus mejillas. Esa mujer le pareció igual de conocida, aunque después de tantos años fuera de la ciudad dudaba conocerla. Sin darle importancia, decidió dejarlo de lado, no obstante, la aparición de otra persona junto a ellos cautivó su atención. Un hombre. Un hombre alto de cabellos marrones, cuerpo fibroso y ojos chocolate ; con el ceño levemente fruncido en su semblante adulto.
Podrían pasar muchos años, pero Anne jamás olvidaría a Leo.
Dibujó una ligera sonrisa sobre sus labios al ver la pequeña familia. Pensar que pudo haber ocupado el lugar que poseía esa mujer de largos cabellos ébano, no tenía sentido. Ella prefirió estar con Nathan, quien al final -por sus celos e inseguridades- dejó de ser su novio. Un mes después decidió irse a vivir a Canadá lejos de todo para olvidar. No había regresado desde entonces, sólo en esa ocasión por la insistencia de su madre.
Cuando Leo giró hacia ella, su cuerpo sufrió un ligero estremecimiento por aquel sentimiento que había guardado muy bien tiempo atrás. Se alegraba que él fuera feliz, no podía ser la niña inmadura para toda la vida.
En un último movimiento alzó una mano para despedirse de él.
******************Leo miró hacia atrás, sintiendo una mirada sobre ellos. Abrió ligeramente los ojos al ver de quien se trataba, pero ella sólo movió su mano en despedida antes de dar la media vuelta y perderse entre la multitud de gente. Tenía tiempo que no sabía de ella. Tal vez en un tiempo atrás hubiese salido corriendo tras la pelirroja y detenerla, pero la persona que permanecía a su lado valía mucho más que cualquier recuerdo.
—¿Qué hacías, cariño?
—A una señora se le cayó la bolsa. ¡Yo le ayude a recogerla!
Escuchó la pequeña conversación de su familia, atrayendo su atención dejó de mirar hacia atrás.
—Eres un buen niño. Ahora vamos a casa.
Ash asintió, bajando a su hijo y tomando la mano de Leo para comenzar a caminar. Ryan corrió delante de ellos.
Parecía que todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Pero no había sido nada fácil. Aún recordaban la cara sorprendida de todos los alumnos cuando llegaron el primer día de la semana tomados de la mano. No que ella fuera una cursi, ni una novia empalagosa que todo el tiempo quisiera estar pegada a su novio, pero la venita egoísta y posesiva le decía que debía poner un límite a las demás.
Ashley era el único amor de Leo, y no lo cambiaría por nada.
Sus amigos se alegraron por ellos, aunque al principio también estaban escépticos al saber que el "mujeriego de Leo Howard" anduviera con una sola chica por más de siete días. No obstante, con el paso de las semanas terminaron aceptándolo. Sin embargo no había lunes que no apareciera una nueva chica frente a Leo para pedirle una cita, pero Leo se negaba alegando que no buscaría más, porque él ya había encontrado a la persona indicada.
Otra cosa difícil fue presentarse ante sus respectivas familias. A ella, la familia de Leo la recibió bien; la madre de el era una mujer muy cariñosa, su padre un tanto loco, y sus hermanitas fueron amables.
Con la familia de Ashley fue un asunto diferente. Amy, la hermana de Ash no pareció sorprendida, ella se dio cuenta desde el principio, sabía que el único chico con el que salía Ashley era Connor , y que le presentara a Leo le fue suficiente. En cambio su padre pareció más reticente a aceptar la relación, ambos eran de carácter fuerte y las fricciones no se hicieron esperar. Decidieron no contarle al mayor como se hicieron novios, estaba segura que su hermano hubiera sacado a Leo a patadas de su casa si le decían de su "jueguito" de cada semana.
Su relación siguió avanzando, con sus altos y bajos, con sus peleas y sus insultos cariñosos que los hacían una pareja única. Y tres años después, ante la sorpresa del concebimiento de su pequeño, fue un milagro que su hermano no le arrancara la cabeza a Leo antes de casarse. Lo menos que ella deseaba era quedarse viuda y con un hijo huérfano de padre.
Al final gracias al apoyo de sus familias ambos terminaron una carrera; Ashley se graduó de abogada y Leo de médico.
Tantas cosas que habían pasado juntos, y en ningún momento se arrepentían.
—¿En qué piensas, Leo? —preguntó ella ante el mutismo de su esposo.
—Nada en especial, cariño.
Ashley no quedó muy conforme con la respuesta. Antes de volver a cuestionar, él se agachó para besarla. Ash no protestó, conforme con ese gesto. Deshicieron el contacto al escuchar el grito de su hijo. Ryan permanecía delante de una vitrina, gritando que necesitaba comprar un conejo para cuando tuviera un hermanito. Leo se paró junto a él, revolviéndole sus cabellos. El pequeño no despegaba sus ojos color chocolates del gran muñeco, agitando sus manitas para que sus padres lo miraran.
—Es un buen regalo, hijo.
Ashley los observó a ambos con una sonrisa en sus finos labios. Viajó en sus recuerdos siete años atrás en aquel día que le pidió a Leo salir con ella. Lo que comenzó como una broma se había convertido en algo tan grande.
¿Una semana para enamorarse?
Para ellos siete días fueron suficientes.
FIN .

ESTÁS LEYENDO
Una Semana
Krótkie OpowiadaniaPROLOGO : "Al principio de cada semana, Leo saldrá con la primera chica que se le declare. Cuando la semana termina rompe con ella porque no consiguió enamorarse". Curiosa, Ashley pide salir con él a modo de broma, pero... ¿Leo la toma en serio?