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Takeshi estaba nervioso, muy nervioso. Jugaba con sus piecitos mientras era acompañado del jóven calvo, según él.

Las oficinas de ese edificio eran enormes y comenzaba a pensar que de no ser por el jóven, se habría perdido.

-Espera, ¿sí?-Takeshi asintió ante esa petición mirando como el otro se acercaba a un teléfono que estaba en lo que parecía ser, su propio despacho-¿Shidou? Ah, hola... si ya sé que no debemos molestarte, es que... -Se giró a ver al niño-... Tienes un problema gordo aquí, ¿qué? Shidou, es urg- ¡Shidou!

Takeshi miró como Igaguri supiraba colgando.

-Ven, de cualquier forma te llevaré-Volvió a tomar su mano y emprendieron camino de nuevo, subiendo el elevador y luego cruzando un gran pasillo, finalmente llegando a una enorme puerta de cristal que sólo daba para afuera.

Igaguri tocó dos veces sin soltar la mano del menor. Al moreno se le helaron los huesos, enserio estaba a nada de vomitar, ese malestar ansioso en su estómago y pecho se instaló ocasionando que quiera huir, ¡pero no!

"Ya llegaste muy lejos Takecchan, ¡tú puedes, tú puedes!" Se animó a si mismo.

De repente, la enorme puerta se abrió, dejando ver a un hombre jóven, cabellos rubios teñidos de rosa sobre las puntas, ojos rosas con toques magentas y una piel morena parecida a un bronceado.

Su corazón se detuvo por unos instántes, ¿era él? Se parecían mucho, debía ser él, ¿Shidou Ryusei era quien estaba parado frente a él ahora mismo? Lucía tan... intimidante.

Igaguri parecía pensar lo mismo que él, pues estaba igual de boquiabierto.

-Wow... sí es tu hijo-Soltó al aire. Shidou frunció el ceño.

-¿De qué mierda estás hablando, jodido creye-?-Detuvo sus palabras apenas divizó el cuerpo más jóven al lado de su compañero de trabajo. Ryusei podrá ser un grosero, pervertido y vulgar, pero a los niños no se les toca y se les respeta.

-Uhm, este niño dice ser tu hijo-Comentó rompiendo la tensión del momento.

A Ryusei se le ensancharon los ojos. Miró al pequeño con detenimiento, parecía que ambos ojos al chocar sintieron una fuerte corriente eléctrica y el moreno mayor contuvo la respiración. No importaba cuanto tiempo pasara, siempre iba a reconocer esas pestañas tan bellas que llevaba el niño por adorno, esas pestañas que durante toda su vida le deslumbraron acompañados de esos ojos entre azules y verdes que tanto amó y que alguna vez le pertenecieron, que algún día sólo lo veían a él.

-Igaguri, lárgate-Dijo sin dejar de ver el menor-Déjannos solos.

El mencionado conocía esa mirada y sin chistar retrocedió perdiéndose entre los pasillos.

Takeshi miró tímidamente al hombre, le hizo pasar y sus ojitos recorrieron con curiosidad la enorme oficina, sonrió con diversión y comenzó a moverse hiperactivo toqueteando objetos de su interés bajo la atenta mifada del adulto.

-¿A qué te dedicas?-Preguntó alzándose de puntitas para mirar algunos libros del librero.

-¿No crees que las preguntas debo hacerlas yo?-Mencionó viéndolo con brazos cruzados-Un escuincle interrumpiendo en un búfet de abogados es una estupidez.

-¡No soy un escuincle, me llamó Takeshi!-Le dijo sacándole la lengua-... ¿Qué es un escuincle?

Ryusei suspiró. Intentó ordenar sus pensamientos sentándose sobre la mesa de su escritorio, siguiendo con sus ojos al menor que parecía divertirse mucho en la oficina de su autoría.

-Niño, ¿qué carajo haces aquí?

-¡Mi nombre es Takeshi y carajo es una mala palabra!-Regañó-... Soy tu hijo, al menos eso creo.

T a k e s h i   《Ryusae Omegaverse》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora