CAPÍTULO 1

2.7K 163 10
                                    

ALEXIA

Los días de partido siempre tienen una energía especial, y hoy no es la excepción. Jugamos en casa, con toda nuestra afición animando y contra un rival que no suele poner las cosas fáciles, el Real Madrid. Sí, hoy es día de clásico y en mi cabeza solo hay un objetivo: ganar.

Llego al estadio en mi coche un par de horas antes del partido, como es habitual soy la primera de mis compañeras en llegar, así que me tomo mi tiempo para saludar a todo el staff y a nuestro entrenador, que ya están preparando todo para el partido.

Poco a poco mis compañeras van llegando y el vestuario se va llenando de esa magia que baña todos los clásicos. Hay muy buen rollo entre todas, y cuando salimos a calentar ya podemos ver a los primeros aficionados que van entrando, buscando su sitio en las gradas.

Casi sin darme cuenta llega la hora de salir, y justo antes de colocarnos en el túnel se acercan los niños y las niñas que saltarán al campo con nosotras para escuchar el himno y sacar la foto oficial. A mi lado colocan a una niña, según parece, la más pequeña de todas.

- Hola- digo agachándome un poco para quedar más a su altura- ¿cómo te llamas?

- Ada- contesta un poco tímida.

- Es un nombre precioso, yo me llamo Alexia.

- Ya lo sé, mi mamá cada vez que te ve en la tele dice que eres muy guapa.

- ¿A sí? – pregunto sorprendida y un poco sonrojada.

- Sí, y ¿sabes qué? Que yo de mayor quiero ser como tú y meter muchos goles.

- Seguro que lo conseguirás, mira, ¿qué te parece si hacemos una cosa? Cuando termine el partido, te busco en la grada y te doy mi camiseta.

- ¿En serio?

No podemos hablar mucho más porque enseguida nos dicen que nos preparemos para salir. Al ser la capitana salgo la primera, junto con Ada, que borra la sonrisa de su cara. Lleva dos moños en lo alto de su cabeza que mantienen a raya su pelo castaño.

Justo cuando está sonando nuestro himno empieza a llover, y en vano intento proteger un poco a Ada de la lluvia, poniendo mis manos sobre su cabeza como si fuera un paraguas. La niña cuando lo nota se gira un poco hacia mí y me sonríe, gesto que no puedo evitar devolverle.

El partido se me pasa bastante rápido, y eso que la lluvia no tiene piedad con nosotras. Como en cada clásico la tensión dentro del campo se puede cortar con un cuchillo, pero después de mucho pelear conseguimos hacernos con la victoria.

Después de las celebraciones con el equipo y de agradecer a la afición por acompañarnos, me acerco al banquillo, donde tengo mi chaqueta y, acordándome de lo que le dije antes a Ada, me quito mi camiseta y me pongo la chaqueta para ir en su busca.

Me cuesta un poco ubicarla entre toda la gente que grita mi nombre y el de mis compañeras, pero en cuanto la localizo voy directa a ella. Como hay mucha gente, hablo con uno de los de seguridad para que la deje bajar, bueno, a ella y a la chica que la lleva de la mano.

Cuando ambas están en el césped conmigo, me agacho para quedar a la altura de Ada que lo primero que hace es darme un abrazo y felicitarme por la victoria y por el gol que metí. Aunque, sinceramente, hoy la victoria se la debemos a Mapi y a Patri, que han marcado auténticos golazos.

- Toma- digo tendiéndole mi camiseta- pero esto es parte de una promesa ¿vale? Si un día llegas a jugar aquí como sueñas, yo estaré ahí en las gradas animándote, y cuando acabe el partido me acercaré al campo y te pediré tu camiseta.

- ¿Pero por qué ibas a querer mi camiseta? Tú eres la mejor jugadora del mundo.

- Porque sé que cuando tú juegues serás mejor que yo.

- ¿Me puedo sacar una foto contigo? – pregunta algo tímida.

- Pues claro que sí preciosa.

La chica que la acompaña enseguida saca el móvil y nos colocamos para la foto, aunque si soy sincera solo puedo fijarme en ella. Es algo más bajita que yo, lleva unos vaqueros y una camiseta con mi dorsal, pero lo que más me llama la atención es su melena pelirroja, que a pesar de la lluvia, parece brillar con luz propia.

Cuando se da cuenta de que mis ojos no se separan de ella se pone roja, y yo no puedo evitar sonreír al ver el efecto que tengo en ella. Ada me vuelve a abrazar antes de irse con la pelirroja y abandonar el campo. Los fans siguen gritando mi nombre así que me acerco a la grada y firmo todos los objetos que me van pasando.

De camino al vestuario siento como alguien corre hasta mí y, cuando me giro, veo a Mapi sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas.

- Qué miedo me da esa cara- digo sin borrar la sonrisa que hace rato cuelga de mis labios.

- ¿Y esa sonrisa? – pregunta con sorna- y no me digas que es por haber ganado el partido porque eso no te lo crees ni tú.

- ¿No puedo estar feliz o qué?

- Madre mía, ¿quién eres tú y que has hecho con mi mejor amiga?

Ambas nos reímos y, aunque se muera por decir algo más, Mapi no hace más preguntas a sabiendas de que yo no voy a responder. Siendo realista, ni yo misma sé lo que acaba de pasar, nunca me había sentido tan cautivada por alguien. Si es que ni siquiera sé como se llama la pelirroja. 

UN DIA DE PARTITDonde viven las historias. Descúbrelo ahora