CAPÍTULO 3

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A las cinco de la tarde del día siguiente, después de una madrugada de fiesta con Gemma seguida de medio día de sueño, Louis volvió al Castillo Styles, aparcó su auto en el estacionamiento cercano a los dormitorios del servicio.

Ignorando la puerta que tantas veces había cruzado de niño, encendió el teléfono móvil y buscó el número que Gemma le había agregado la noche anterior.

—Ya estoy aquí—dijo cuando ella le contestó.

—Ven al jardín principal, aquí estoy, esperándote —agregó ella.

—¿Dónde exactamente? No quiero atravesar varias hectáreas de jardín, buscándote.

—Por donde está la fuente —Contestó Gemma.

—Bien. Trataré de llegar ahí lo más rápido que pueda con estos zapatos.

Louis vestía unos ajustados jeans negros que hacían resaltar sus muslos y su bien dotado trasero, una camiseta polo color blanco semitransparente y zapatos negros de charol con una leve plataforma que, estaba seguro, no le permitirían caminar cómodamente por el jardín.

Sus movimientos delicados y el viento hacían que su camiseta se ciñera aún más a su cuerpo, marcando su cintura y sus caderas, era la viva imagen de un hombre tierno y sexy a la vez. Una personalidad así en aquella pequeña ciudad era toda una provocación; una idiotez tan grande como haber aceptado la invitación a cenar de Gemma.

—Quítate los zapatos entonces y ven por el pasto—sugirió su amiga.

—Eso es un poquito atrevido para un invitado, ¿no?

—Hazlo de todos modos —le dijo ella con una risita—. Como cuando lo hacíamos en los viejos tiempos. ¿O prefieres caminar por los pasillos y correr el riesgo de encontrarte con Harry?

—No. Eso no. —murmuró Louis.

—Entonces hazlo, aquí te espero.

Louis se quitó los zapatos y entró a los jardines de la casa. Años antes había un laberinto de setos en aquel jardín; las paredes de plantas parecían muy altas por aquella época... Aquel había sido el lugar de juegos favorito de todos los niños que vivían en el castillo... Se llevó una grata sorpresa al descubrir que el laberinto seguía en su sitio, aunque ya no parecía tan alto. En realidad, solo le llegaba hasta el pecho y desde el otro extremo de él se divisaba la gran fuente que estaba en su centro.

—Todavía está el laberinto —dijo por el teléfono.

—Así es. Todavía está —Contestó Gemma.

—He traído unas cuantas cosas para el picnic. Las dejaré en la terraza. Te veo enseguida.

Con los zapatos en una mano y un par de bolsas ecológicas llenas de comestibles en el hombro, Louis rodeó el laberinto, atravesó el jardín de estatuas y se dirigió a la gran entrada del castillo.

Al escuchar voces en la terraza, se detuvo un instante. Se puso erguido y siguió adelante. Los escalones de piedra estaban duros y fríos bajo sus pies, después de haber sentido la suave calidez de la hierba. Pero no iba a quedarse mucho tiempo, así que no se puso los zapatos de nuevo, seguro era la servidumbre haciendo los quehaceres diarios.

—Buenos días —dijo y siguió caminando.

Hasta que se percató de quiénes eran las personas. Se detuvo y volteó hacía ellos. Su madre permanecía sentada y Harry que se encontraba de pie, le lanzó una mirada seria.

—Buenos días — Repitió Louis en dirección a ellos, parecía como que simplemente pasaba por allí.

El enfermero Hans le respondió el saludo con efusividad. El recibimiento de Josephine, en cambio, fue mucho más sobrio, pero por lo menos se dignó a devolverle el saludo. Harry guardó silencio.

UN SUEÑO PROHIBIDO (LS AP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora