Capítulo Uno

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—De ninguna manera—interrumpió Han en seco. Negó con la cabeza y continuó su búsqueda entre los papeles de su escritorio—. He hecho lo que me has pedido por petición de tu madre, pero ya no voy a acceder a tus juegos, Chan.

Chan lo miraba sin llegar a entender nada de lo que decía. Su padre siempre había sido un hombre rudo con él, y ese día parecía un poco más áspero de lo normal.

— Pero, padre...—suplicó— ¿Por qué no?—Han lo ignoró —. Sabes que es lo que siempre he deseado. Yo—

— No te voy a cambiar de colegio en el último ciclo escolar, Chan, entiende eso—sentenció con voz tajante, haciendo que las palabras se atoraran en la garganta de Chan—. Y menos a un colegio de arte—apretó los labios, como quien contiene una risa—. Sácate eso de la cabeza. Tus notas no han mejorado ni siquiera cambiándote de profesor, y si no haces un mínimo esfuerzo, no mereces mi ayuda.

¿Las notas...? Chan no recordaba haber tenido una baja.

— He obtenido el mayor porcentaje en mi promedio este ciclo.

— ¿De verdad?—preguntó su padre, posando un folleto frente a él—. No creas que solo HyunJin ve tus calificaciones, yo también soy tu padre—en la portada había una firma, que era la de administración del instituto—. Echa un vistazo, y dime de nuevo que no has tenido ninguna baja.

Chan tomó el papel con temor y miró el tablero de evaluaciones. Todas tenían números por encima del promedio mínimo, excepto inglés.

— Papá...

— He sido muy claro con mis palabras, hijo, y no pienso cambiar de opinión—apoyó los codos sobre el escritorio, y por un momento, Chan creyó ver qué su expresión cambiaba—. Dime, ¿Necesitas ayuda especial en esa clase?—preguntó suavemente, pero Chan dejó de oírlo—. Si quieres, podemos contratar un profesor en línea o uno que de clases presenciales. Sabes bien que no tengo inconveniente en pagarlo. Yo—

— Necesito cambiar de colegio.

— Eso ya lo hablamos—vio como Chan negaba con la cabeza—. No me hagas enojar. No te conviene.

— Necesito cambiar de colegio. Por favor.

Han suspiró sonoramente y se frotó la nariz. Tratar con su hijo era más difícil que mantenerlo. Conocía a pocas personas que lo frustraran tanto con su testarudez, y eso era hablar.

— Lo que quieres es que te inscribamos a un colegio dedicado al arte, ¿No? ¿Cómo pretendes mejorar en tu inglés entonces? ¿Pintando cuadros y oliendo a óleo?—sus ojos enfocaron a Chan a través de los anteojos—. Tienes tu propio salón de arte aquí en casa, pero no contento con todo, ahora quieres estudiar de eso. ¿No te he dado lo suficiente?

— ¿Cómo puedes decir eso?—preguntó Chan, sin pestañear—. Fue madre quién lo diseñó, fue ella quien me dió su permiso, fue ella—

— ¡Pero fui yo quien lo pagó!

Chan dió un pequeño salto en su sitio al oír como su padre levantaba la voz de pronto, llenándose de vergüenza cuando su cuerpo se estremeció en temblores. Y sus ojos se nublaron de lágrimas.

— ¡No eres capaz de mover un dedo si no es por tu madre!—exclamó Han, perdiendo los estribos. Se sacó los anteojos para frotarse la cara—. Estoy muy cansado, Chan, así que te pido con cariño que no insistas. No irás a ese colegio de artes ni este año, ni el otro. Preocúpate por levantar tus calificaciones primero, es tu única obligación.

Chan tragó saliva con dificultad, obligándose a asentir. Han tenía razón: aquello era lo único con lo que tenía que cumplir. Y aún así, había fallado.

— Por favor, sal de mi despacho. Hablamos después.

Con un dolor instalado en su pecho, se dió la vuelta y caminó a la salida. Puso la mano en el pomo de la puerta antes de escuchar a Han decir:

— Y tu cuarto de pinturas estará ocupado lo que queda del mes—informó, sin despegar la vista de su escritorio—. Será de tu tío SeungMin para trabajar mientras esté aquí. Y te daré las llaves cuando mejores en inglés.

Se volteó hacia su padre sin mirarlo a los ojos.

— ¿El tío SeungMin?—preguntó en voz baja, apenas audible.

Aquello era extraño.

— Sí, el tío SeungMin—respondió con un suspiro—. Vendrá para una junta importante está semana, y con él su familia. Intenta ser amigo de Yongbok —añadió—. Dicen que es tímida, tal y como cuando eran niños.

Entornó la vista.

— Me importa un carajo Yongbok—expresó, y salió de allí lo más rápido posible.


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