Capítulo Nueve

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Fin de semana. Viernes, concretamente. Chan volvió a ser el mismo.

- ¿Alguna sugerencia?-inquirió JeongIn. Ella tenía una manera muy dulce de preguntar las cosas. <<Educada, no como su sobrina.>> Concluía Chan mientras la miraba. Aquella sonrisa hacía difícil negarle algo y HyunJin era una víctima recurrente-. Mucho tiempo fuera de la capital, lo siento.

- Claro, claro-le dijo HyunJin-. Estos de acá son brotes verdes-tomó una pinza de cocina y señaló con ella-. Los de cebolla son más crujientes que los de habichuelas. Si deseas algo fuerte o más elaborado, esos son los adecuados. Pero los de habichuela son más tiernos y dulces-Hyunjin le dedicó una sonrisa cómplice-, como tú.

JeongIn se sonrojó.

Continuaron conversando por delante de la fila a tal volumen que ya no fue capaz de escucharlas. Minho iba detrás de ellas, y Chan se preguntaba si podría oírlas. Aunque lucía más interesada por llenar su bandeja y sentarse que por saber de lo que hablaban tan secretamente.

GwangHwamu es el restaurante al que HyunJin los trajo a almorzar. Tenía una decoración tradicional que le daba una atmósfera hogareña, acogedora. Una pálida luz dorada iluminaba cada mesa. A Chan le gustaba. A JeongIn y a HyunJin también les gustaba. Minho y Yongbok venían por compromiso.

- Ok, dejaré que elijas por mí entonces-escuchó decir a JeongIn con una risa.

- Perfecto.

Caminaban en una fila a través del restaurante junto a la que escogían qué llevarse a la mesa. JeongIn y madre iban a la cabeza, Minho Yongbok en el medio y él a la cola. No podía dejar de mirar a su prima.

Conforme pasaban los días, la convivencia con ell no iba por mejor camino. Una mañana de sábado, bajó al desayuno y se la encontró en la sala, vestida con unos shorts cortos de pijama y camisa de tirantes. Estaba tendida a lo largo del sofá como si estuviera en su propia casa. El televisor titilaba una luz blanca sobre ella, el volumen a reventar de sonido. Chan se había recargado en una columna y vio que una de las criadas llegaba desde el otro extremo de la sala. Tazón de fruta en manos, sin aliento y apurada, se inclinó ante su prima y se lo entregó con gestos comedidos. Ella lo recibió con una sonrisa amable y, cuando lo vio, lo saludó ondeando una mano en el aire. Tan encantadora. Le había mostrado la fruta, como quien invita a alguien a compartir, mientras masticaba un vulgar puñado arándanos.

Chan había apretado los dientes.

Comer en la sala.

¿Cuántas reprimendas por parte de sus padres y de los sirvientes le había costado eso a él? Dejar un espacio vacío en la mesa, dónde se sentaba la cabeza de la familia, era el mayor acto de desagradecimiento hacia quien traía el sustento. Podía ser fácilmente tomado como desconsideración. Si Jisung fuera otro, se habría ofendido seriamente al verla lejos de la mesa. Sin embargo, ni siquiera pareció notar su ausencia.

Pero Chan otra vez debía mantenerse al margen de todo. No tenía nada que ver en aquel asunto, y claramente, nadie más quería hacerlo. Se había dirigido a la cocina sin devolverle el saludo, predispuesto a ignorar sus desaires pese a lo mal que lo dejaba como hijo.

Así que eso hizo.

En días posteriores, Yongbok empezó a convertirse en una molesta llaga en una zona de fricción. Y Chan era débil con las heridas.

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