Capítulo Siete

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SeungMin la encontró en un salón estrecho y vacío, decorado con cuadros antiguos y con una chimenea que iluminaba las paredes rosadas.

— ¿Yongbok? ¿Eres tú?—susurró a su espalda, sacándola de su mundo. Yongbok se giró rápidamente en su sillón para mirar a su padre atravesar el arco de entrada —. Sí eres tú, ¿eh? ¿Qué haces aquí tan escondida?

Desprendía un aura distinta esa noche. Estaba más relajado de lo que alguna vez hubiera estado y era todo risas y alegría. Olía a todas esas bebidas que Jisung puso entre sus manos, las cuales aceptó de buena gana. Si él estaba feliz, entonces Yongbok debía estarlo.

— Papi—sonrió.

Puso la taza de té entre sus piernas, dejándose abrazar en cuanto los brazos de SeungMin la rodearon. Le gustaba la calidez que emanaba de él, igual que en un pozo de aguas termales, y además era suave y olía muy bien. Lo había extrañado mucho.

— ¿Qué tal todo?—aventuró su padre y Yongbok lo miró con curiosidad— ¿Cómo estás?

— Bien—la pregunta la tomó por sorpresa—. ¿Y cómo estás tú?

— Regular—respondió con una sonrisa, cerrando los ojos cuando Yongbok le peinó el cabello castaño hacia atrás con los dedos—. Me preguntaba si ya te habías adaptado al entorno por ti misma o si querías tutorías de tu padre. Llevas días sin hablarme, tú.

— ¿Qué dices?—tartamudeó, deteniendo la mano—. No seas mentiroso—se burló, y continuó acomodándole el cabello—. Yo siempre estoy callada. Es más difícil disgustarle a las personas si nunca dices nada.

— ¿Bang Yongbok, preocupada por disgustarle a las personas?—abrió un ojo para mirarla con burla—. Qué novedad.

— Son tus familiares, esas personas. Por supuesto que no quiero desagradarles.

Terminó por poner un mechón en su lugar y volvió a esconder la mano, enfocando la mirada en el fuego de la chimenea.

— ¿Tienes frío?

— Estoy bien.

— Te iba a dar mi bufanda.

— Bien, hazlo entonces—repuso con obviedad, y SeungMin soltó un resoplido de risa.

Yongbok se hizo con este recoveco porque amaba sentir el calor del fuego a través del pijama, y solo había salido en cuanto anunciaron la hora de la cena.

Con suerte, esa noche podría tener el descanso al que se había negado por tanto tiempo. De todos modos, no tenía nada que hacer esa noche. Su listado de conocidos en Corea no iba más allá de sus familiares, así que de momento no habrían salidas (escapes) ni reuniones (fiestas) nocturnas.
Gruñó cuando unos dedos en forma de pinza atrapó su mejilla, lanzando una mordida al aire.

— Gruñona. Te pareces a Minho—protestó SeungMin, y besó la mejilla de Yongbok aunque lo atacara con bofetadas juguetonas—. Igual de esquivas, rezongonas y exigentes. Creo que tengo una mala forma de escoger con quiénes rodearme, ¿no crees?

Giró el cuello para mirarlo, el horror pintado en su rostro.

— ¿Me comparas con esa señora?—ahora sí estaba ofendida— ¿Estás seguro de que no me odias?

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