PAPÁ necesito una familia

dos

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Rumbo incierto

Las cosas en casa no podían ir peor, mamá estaba muerta de ansiedad, después de cinco días yo seguía sin encontrar trabajo y ahora el arriendo también se nos venía encima.

Estaba recostado en el sofá, con las ventanas abiertas para aliviar el calor de la noche y la televisión en el canal de las series policíacas, de la nada vi a mamá levantarse del comedor a toda prisa, había estado sentada ahí toda la tarde llamando a los bancos para obtener un préstamo.

— ¿Que pasa? — pregunté pero no dijo nada, simplemente la vi meterse en su habitación y cerrarla.

Ella también necesitaba su espacio, pero me dio miedo que cometiera una locura, así que caminé en silencio a su puerta para intentar escuchar, aunque no tuve éxito y solo escuchaba que movía cosas.

— mamá, ¿Estás bien? — llamé a la puerta con cautela.

— lo estoy — respondió desde el otro lado — solo ve a ver televisión y ve la comida de la estufa por favor.

Fui a hacer lo que me pidió porque ella no sería capas de dejarme solo, nunca lo haría.

La olla en la estufa tenía algo de verdura flotando por el agua hirviendo, la rovi un poco y después la apagué, era solo sopa con verduras. Tomé agua y me asome un par de veces, aún se escuchaba un poco de ruido en el cuarto de mamá, así que no me preocupe.

Mamá salió rápidamente de su habitación con el teléfono pegado a la oreja, tenía los ojos hinchados por llorar pero en su cara había una sonrisa de lado a lado.

— gracias de verdad — murmuró al teléfono — espera, te doy la dirección — dijo mientras buscaba con papel que tuviera la dirección del apartamento, siempre había sido mala para cosas como esas.

Dictó la dirección dos veces, como para aseguararse de que la persona del otro lado la comprendiera bien.

Se quedó en silencio un momento escuchando a la otra persona y se sentó en el sofá con la mano libre en su boca.

— ¿Cuando sería eso? — cuestionó preocupada.

— má

Me ignoró y siguió al teléfono, sus piernas se movieron con ansiedad, se mordió las uñas y finalmente lo que sea que le hayan dicho la alegró de inmediato.

— si, si, si — repitió con emoción — en veinte minutos, veinte.... Entiendo — colgó y salió corriendo de nuevo.

Justo cuando iba a ver qué pasaba regresó a la sala con una maleta vacía en las manos

— ponte otra ropa, te vas de viaje un tiempo. — revelo sin más con una sonrisa en el rostro.

Me quedé quieto en mi lugar, de viaje a donde si no podíamos alejarnos cuando estábamos ambos en peligro.