—¿Quieres que hagamos, qué? — preguntó su ángel mientras bajaba el libro que estaba leyendo y lo miraba a los ojos.
—No me mires así, es una idea.
—¿Un baile? — Repitió su ángel.
Hacía unos días que se enteró de que iba a realizarse una fiesta de "época", inspirada en comienzos de XIX a media hora del Soho con una fiabilidad recaudadora para acciones sociales. Cosa que Crowley había decidido obviar, no quería llevar a su ángel para ayudar a otros, por un lado estaba desertar del infierno y otro incorporarse a las buenas acciones.
—Sí, un baile. — Crowley no pensaba que su idea fuese tan desconcertante. — Pensaba que te gustaban los bailes, y por lo que he podido averiguar la ladrona de Jane Austen ha inspirado este en concreto.
—Así que, es un baile inspirado en el XIX. — Aziraphale tenía una sonrisa divertida. — Me encantaría ir, si de verdad te apetece.
—Claro que quiero ir, lo he propuesto yo.
Crowley volvía a sentirse extrañamente expuesto, cosa que se repetía cada vez que iban a hacer alguna actividad de pareja cómo una pareja, antes simplemente iban a los sitios pero ahora que eran algo... Seguía teniendo miedo de cagarla en cualquier momento.
—¡Oh! — la voz de Aziraphale lo sacó de sus pensamientos — ¡tenemos que buscar ropa! Aunque juraría que tengo aun en mi armario varios conjuntos.
Crowley miró a su ángel de arriba a abajo, pensando que no le sorprendida que aún guardase la ropa de entonces.
—Podemos hacer un milagrito, no tienes que preocupar-
—¡Tonterías! Es nuestro primer baile.
Aziraphale se puso en pie con un pequeño salto y tras darle un suave beso en la mejilla fue directo al dormitorio para mirar en su armario. Su primer baile, obviamente no era al primero que iban a asistir, pero sí que iban juntos, que iban a estar de la mano como algo más que ángel o demonio. Eran más.
Crowley no recordaba lo absolutamente desquiciante e incómodo que era conducir con un traje del siglo XIX, y eso era porque en ese maldito siglo aún no había conducido. Pero mucho peor era ver a su angelito justo al lado sonriendo tanto que brillaba.
—Angelito, si sigues sonriendo tanto vas a empezar a brillar.
Su Aziraphale rio suavemente mientras sus mejillas se teñían de rojo, había entendido su referencia a la película que habían visto hacía un mes y que después su ángel le leía en la cama cada noche. Ninguna estrella puede brillar con el corazón roto. Sus corazones habían sanado.
Crowley aparcó el Bentley al otro lado de la calle donde estaba la fiesta, acostumbrado a hacer desaparecer las multas con un movimiento de muñeca no iba a abandonar a su coche en un parking de mala muerte. Aziraphale fue directo a su lado y se colgó de su brazo con una emoción contenida, parecía realmente estar disfrutando de su cita.
Dieron sus entradas y al entrar su angelito vio los carteles que anunciaban que lo recaudado sería para una causa social, algo que lo emocionó aún más.
—¡Crowley, esto es maravilloso! —dijo Aziraphale— ¡Han hecho un muy buen trabajo de decoración! ¿No te parece, querido?
—Muy bueno, aunque los camareros con montaditos de mini hamburguesas no recuerdo haberlos visto en el XIX. — Observó el demonio cuando una bandeja pasó delante de ellos.
—Gran observación, pero seguro que están deliciosos.
—Seguro que sí, ángel.
Da igual si fuese en el XIX, el XX o el XXI, Aziraphale tenía que encontrarse gente conocida por donde fuesen, y aquella no podía ser una excepción. Varias personas se acercaron a hablar con ellos y su ángel lo presentó sin que sus manos se soltaran, por suerte para Crowley, que seguía como una presa entre cazadores en lo de ser una pareja a ojos del mundo. Pero Aziraphale estaba seguro por los dos, y ahora sabía que lo defendería delante del universo.
—Crowley — lo llamó la mujer con la que Azira estaba hablando — ¿desde cuando se conocen ustedes dos?
—Oh, una eternidad —dijo Crowley mientras su angelito se abrazaba más a él, colgándose de su brazo como un koala amoroso. — Pero parece que empezaramos a salir ayer cómo quien dice.
—Crowley es un romántico.
Era un romántico, y eso lo estaba asimilando poco a poco, el trabajo de aceptación personal no era una tarea sencilla, pero si estaba acompañado de las muestras de afecto en público con su ángel, merecía un mundo. Habían sido milenios de andarse con mil ojos cada vez que se iban a comer juntos, quedaban para pasear o simplemente Crowley iba a la librería de su Aziraphale, eso quedaba tan atrás ya.
El piano de la orquesta comenzó a sonar con fuerza en el salón y rápidamente se le unió el violonchelo, el violín, y el resto de instrumentos. Era una melodía preciosa que Crowley reconoció, un demonio reconociendo una canción de Ariana Grande, una sonrisa se escapó de sus labios. Sus ojos fueron directos hasta el rostro de su ángel, que no ubicaba en absoluto esa melodía.
—Es una versión instrumental de una canción actual, lo hicieron para una serie. — Le susurró el demonio después de haberse divertido suficiente con el desconcierto de Aziraphale.
—¿Para una serie? — Aziraphale estaba abstraído mirando a la banda.
—Supongo que la añadiré a cosas que ver, aunque seguro leíste los libros. Es de romance.
La canción terminó y todos aplaudieron, pero la orquesta volvió a empezar una nueva melodía y a los pocos compases se comenzaron a sumar parejas en el centro de la pista a bailar. Crowley también identificó esa canción. Blank Space, de Taylor Swift. Bueno, esta vez sería él quien arrastraría al angelito a la pista.
—Aziraphale, — le susurró al oído Crowley cómo una serpiente ofreciendo una tentación, cómo su serpiente — ¿bailarías conmigo?
—Estaba deseando que preguntaras.
Sus manos entrelazadas, sus pasos perfectamente imperfectos, sus cuerpos avanzando entre la gente hasta la pista donde Crowley lo envolvió entre sus brazos, lo besó y después comenzaron a bailar. Aziraphale se dejaba guiar por un demonio que no había sido bendecido por el ritmo del baile, pero que parecía hecho para llevarlo al fin del mundo.
El amor era ese sentimiento dulce que siempre había notado en su pecho, en su estómago cuando miraba a su ángel, algo que hacía siglos identificó con una cosa mala que haría daño a Aziraphale. Pero él nunca dañaría a su ángel.
—Te amo, Aziraphale.
—Y yo te amo a ti, mi dulce Crowley.
Y Crowley nunca se cansaría de oírlo.
FIN
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Nada es para siempre, menos mi amor por ti [IneffableHusbands]
RomanceCuando Aziraphale se va, la luz en la tierra mengua para Crowley. Pensó que nunca tendría que presenciar un dolor igual a cuando creyó que su ángel había muerto, pero ahora lo había abandonado. Estaba ahí, abriéndole su alma, y aún así se había ido...