Capítulo 15: Una Cena Hacia lo Inesperado.

55 10 68
                                    

—Espera, ¿Me estás diciendo que no te gusta el country? .— Pregunté, exagerando mi asombro como si acabara de escuchar la mayor herejía del mundo.— Mis ojos se abrieron de par en par, llenos de incredulidad, clavando mi mirada en él.

Después de una batalla interna sobre si aceptar o no la invitación de Nicolás, ahí estaba, dirigiéndome a la casa de sus padres, sin opción a réplica. En su mundo, la palabra “no” no existía, al menos no cuando se trataba de mí.

— No es que no me guste, simplemente nunca le he prestado demasiada atención .— Dijo con una sonrisa medio dibujada, esa que sabía usar cuando quería esquivar el drama que yo me armaba sola.

Solté un bufido y me acomodé en el asiento del copiloto, cruzando los brazos como si acabara de recibir la mayor ofensa. No pude evitar notar cómo, con el rabillo del ojo, me observaba divertido. Sabía que me estaba estudiando, pero fingí indiferencia, aunque por dentro me derretía.

«¿Por qué todos los hombres se ven tan condenadamente irresistibles al volante?»

Me mordí el labio, observando cada uno de sus movimientos, como si intentara grabarlos en mi mente para siempre.

— Dios, no sabes lo que es bueno .— Solté, más como una declaración de guerra que como un comentario casual.

Él dejó escapar una carcajada suave, esa que me hacía sentir que estaba jugando con fuego, pero al mismo tiempo me encantaba.

— Ah, ¿sí? .— Me lanzó una mirada breve, entrecerrando los ojos con una sonrisa traviesa que me hizo estremecer. Había algo en su expresión que me hacía querer molestarle aún más. Mi lado pícaro despertaba con él, como si estuviéramos jugando a un juego donde el que más se reía ganaba.

Volvió a concentrarse en el camino, pero el aire entre nosotros estaba cargado de electricidad.

— ¡Oye, la próxima vez tráete un babero! —Mi subconsciente decidió intervenir en el peor momento, haciéndome casi reír en voz alta. ¡Qué oportuno! Pero, vamos, tenía razón.— Era difícil no admirarlo.

Asentí con la cabeza, lanzándole una mirada desafiante. Él, ajeno, seguía manejando con esa actitud tranquila y confiada.

— Así es, bebotes.— Dije con un tono burlón, acompañando mis palabras con una risa alegre. Sabía que estaba jugando, y eso solo hacía la situación más entretenida.

De repente, encendió la radio, y como si el universo conspirara a mi favor, Bless the Broken Road de Rascal Flatts comenzó a sonar.— Mis ojos se iluminaron como faros, y lo miré, incapaz de ocultar mi emoción.

— ¡¿En serio?! .— Grité, sorprendida y eufórica al mismo tiempo.

Él me lanzó una mirada cómplice, y no pude evitar reír.— Esta canción siempre me hacía pensar en cómo las cosas más rotas, los caminos más difíciles, nos llevan a donde estamos destinados a estar. Con Nicolás, todo parecía tomar sentido.

Había algo en la música country, su mezcla de lo alegre y lo romántico, que siempre me atrapaba. Y ahora, aquí estábamos, cantando como si fuera lo más natural del mundo.

Comencé a cantar la canción con entusiasmo, sin preocuparme por afinar.— Nicolás me miraba de reojo, y pude ver que trataba de contener la risa. Él siempre tenía esa calma casi desesperante, pero en esos momentos, notaba cómo sus ojos brillaban de forma distinta. Con él me sentía... libre, como si pudiera ser ridícula y adorable al mismo tiempo.

Últimamente, pasábamos tanto tiempo juntos que cada detalle suyo comenzaba a fascinarme más. Sus bromas, sus manías, sus secretos... todo.

Y luego estaban esos apodos. Cada vez que me llamaba "pequeña" o "gruñitos", sentía como si mi corazón se derritiera un poco más. — Su voz... su voz se estaba convirtiendo en mi canción favorita.

ETERNO AMOR DE MARZODonde viven las historias. Descúbrelo ahora