✺ : Nota I

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Recuerdo perfectamente el día que lo conocí, tan ajeno a todo, escéptico

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Recuerdo perfectamente el día que lo conocí, tan ajeno a todo, escéptico. Aquel hombre llevaba un libro en su mano, predicando la palabra y la devoción que sentía por el romanticismo.

« Era un hereje convertido en Pastor,
un demonio disfrazado de ángel
sucumbido bajo la tentación. »

Yo estaba ahí, ante su mirada y la de muchos otros. Él no miraba a nadie más que a sí mismo; su propio reflejo.

Hablaba como si el mundo fuera suyo. Su voz varonil retumbaba en toda la capilla, en cada cuadro pintado por Michelangelo, sobre cada Santo que en sus ojos brotaban lágrimas por los pecados de todo aquel que entraba a santiguarse y arrodillarse bajo sus cúpulas.

Yo me encontraba ahí, admirando al impostor más indolente, enigmático, vil y misterioso que conocí.

Quizás eso fue lo que me enamoró de él.

Su corazón no estaba en la iglesia ni mucho menos en la religión. Era un mundano igual que yo, un poeta incomprendido, un miserable sin escrúpulos, ¡un bastardo!

Recuerdo su risa, sus ojos negros mirándome con deseo, con admiración.

Con mucha decepción.

¿Qué buscaba yo de él? Tal vez un poco de consuelo y entendimiento.

Me hallaba perdida, perturbada por aquel hombre. No obstante; él me salvó pero me convirtió en "eso" de lo que tanto quise huir.

Norman era así, un hombre que destruye y tritura cada partícula de tu cuerpo.

Él me regaló las anfetaminas y una balada de Wilde.

Decía que para estar en el paraíso teníamos que hacer el subconsciente inconsciente.

Aún recuerdo sus blasfemias, su cuerpo dentro de mí.

El sabor a nicotina en sus labios diciéndome que era un buen Pastor.

Amaba cada parte de él

Y ahora, ya no está.

Norman un día terminó de leer la última página de ese libro que siempre llevaba en sus manos. Aún así, nunca supe cuál era su nombre.

Yo no estaba presente, pues habíamos tenido una gran discusión.

Y no volvió para pedir perdón.

Ahora rezo un réquiem por la paz de su alma.

Tal y como él me enseñó
en las paredes de aquella capilla
cuando éramos uno ante los ojos de Cristo crucificado.

Siempre seré parte de Norman, como yo fuí parte de él alguna vez.

Amelia: una visión del insulso pasado © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora