✺ : Nota VII

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He estado sumergida en un catarsis en lo que va de este diario

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He estado sumergida en un catarsis en lo que va de este diario. No me agrada colocar fechas ni horas en lo que escribo ni de las experiencias ya vívidas, lo veo ridículo. En ocasiones no soy consciente si es de día o noche, no llevo la cuenta.

Pero si tengo en claro que llevo ya nueve semanas sin probar sustancia alguna, me he sentido imponente recapitulando sucesos de mi vida (pasada) pero también, por las constantes luchas contra mis demonios.

No sé si estas memorias que llevo a lápiz las guarde para toda mi vida, desconozco si volveré a recaer o lo que pueda ocurrir dentro de una hora. O si las estrellas se alinearán y me presentarán a otro Norman, cuyo anhelo sea asesinarme nuevamente.

Y si alguien se toma la molestia de leer mi manuscrito un momento, no deseo que se lleve un sabor amargo en la boca del odio que se encuentra en lo más profundo de mí alma. En estas pocas hojas mi razón no es esa. Quiero solo expresar lo gratificante (casi nulo) que fue pasar mis años junto a Norman.

Comencé a escribir poemas cuando nos hablábamos en aquella desolada, pequeña y poco cuidada habitación. Poseía varias páginas escritas, unas arrugadas, algunas situadas en el tacho de basura, muchas con rayones y con groserías resaltadas, borrones del carboncillo en busca de términos poco usados que pudieran rimar en una estrofa.

Él siempre estaba ensimismado al observarme, como a su musa, admirándome. Era en ocasiones incómodo, percibía en mi interior que me juzgaba, que tenía errores de ortografía, que diría que mi letra no era legible o que poseía un mal uso de las consonantes.

No me encontraba bajo los efectos de alguna droga, estaba esforzándome para darle un presente, un poema a un farsante.

En pocas palabras y sin más redundancia, este es el regalo es para ese hombre según puedo recordar:

Mil náufragos a la marea
se hunden fallecidos a la profundidad oceánica,
millones de estrellas nocturnas
sirvieron de mapa en sus faenas.

¿Dónde están mis huellas
en la arena movediza?
Ensucian mis talones
sumergidos en esa arcilla.

No soy una poetisa
ni una fiel peregrina,
él no es un obispo
ni venera a la Virgen Maria.

Mil millas al abismo,
pérdida estoy bajo el Sol.
¿Sin esas pastillas quién soy yo?

¿Por qué me ata en esta prisión?
¿Mi bienestar se basa en jeringas y agua mineral?

¿Por qué él no dice nada?
Mis poemas no parecen estremecer su coraza.
Su alma.

¿Qué eres tú?
¿Por qué soy tu elección? Tu objetivo.
¿Es digno el idilio a tu propio secuestrador?

Mil palabras en un diccionario despojado a mi costado,
millones de pensamientos
a contra luz
pasan a mi lado,
rozando tus labios.
Pronto estaré sobre tu regazo.

Así yo te amo,
tú me quieres así,
no hay que negarlo.
Es todo tan extraño,
presiento que este amor se está apagando.

Mil lágrimas se derraman al ver que huyes
y vas de camino a tu doble vida,
la perfecta, la que mi corazón envidia.

¿Por qué me encadenas a esta vida?
Cobarde, ¿te es imposible conformarte con tu mujer?

Dime qué hago yo aquí,
no sé siente como creí.
Mi propósito, mi principio,
si eres conocido de Dios...
dile que me arrebate este vicio.

Cuántas veces he pensado en dormir,
envuelta en tus sábanas y contar hasta mil.
Liberarme de mi culpa
y dártelas a tí,
para así los dos felices poder dormir, morir.

Pero sigo aquí, observándote ir.

En tus manos hay una cruz
¿acaso culpa o consciencia alguna?
¿es pena por mí?
di algo, lo que a tu mente venga,
¿Me amas así?


* Nota: Este es uno de tantos que le escribí, jamás llegaron a manos de su destinatario. Nunca tuve el valor de dárselos, siempre él repetía: "son palabras vacías, sin tinta, ni vida, ni color, ni alegría". (Maldito infeliz, me lastimaba más de lo que parecía).

Amelia: una visión del insulso pasado © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora