▪️Confesión▪️

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Capítulo 10.

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Llegaron a la fuente después de have casi saliendo trotando, entre risitas se detuvieron frente a la fuente.

Atilio observó la bella estructura de este y como brotaba agua sin cesar, la miró a ella y la luz de la luna brillaba sobre ella.

—Es precioso aquí.

—Mi madre lo ha decorado durante muchos años, le puesto su entera dedicación y esfuerzo... le gusta la jardinería... me enseñó este lugar... es privado solo para mi familia.

Atilio sonreía. —Ya veo... es de mi entera alegría ver como al fin perteneces a una familia que te ama y que te suple en absolutamente todo, Su Alteza.

Elena se acercó un paso más hacia él con cierto desespero.

—Por favor, mi señor... — insistió en llamarlo de tal forma — No me llame así, lo siento lejano a mí... no he podido dejar de pensar en usted y los niños... Los extraño con todo mi corazón y con la ausencia de mi Sofía ha sido más mi sufrimiento.

Ver su rostro tan cerca de él hacía qué su corazón se comportara rebelde a sus ideales de manterse como un hombre recto y ajeno a mostrar emociones.

Elena posó sus manos sobre el pecho de él, y con sus ojos tiernos cristalizados lo miraba.

—¿Qué me haces? ¿Qué le haces a mi corazón, Elena? ¿Porqué no te he podido dejar de pensar? ¿Porqué te he extrañado tanto?

Ambos jadeaban, y aunque Elena poco a poco se ponía de puntilla, él ligeramente se inclinaba hacia ella, ambos buscando por igual sus labios.

Atilio la aprisionó contra él, aferrando una mano en la cabeza de ella para ser él quien dirigiera aquel apasionado beso que tanto anhelaban ser partícipes.

Atilio quería más profundidad en aquel beso, insertaba su lengua obligándola a abrir más la boca de ella. Podían sentir sus dientes, sus lenguas, el sabor de ambos y que cosa más maravillosa sentían.

Elena soltaba leves gemidos mientras se sometía a él y su dirección en aquel beso.

El jadeaba cierta vez, no se controlaba en aprisionarla con sus brazos, tocarle su cintura, su espalda, su cuello.

—Estoy enamorado... — siguió besándola — no puedo... no puedo seguir obligando a mi corazón... dejar de sentir... estoy enamorado... enamorado de usted, Su Alteza.

Los ojitos de Elena chisparon al escuchar aquellas palabras.

Detuvieron sus besos para contemplarse.

Enamorado, el Duque de Montenegro estaba enamorado de ella, ella tenía su corazón.

—Mi señor... — susurró.

—Ya te dije que...

Ella negó sonriendo. — Es la primera vez que siento algo así por un hombre... yo... yo también estoy enamorada de usted... no lo he dejado de pensar.

—Elena... Elena.

Se besaron con desespero nuevamente.

—¿Porqué... Porqué me entregó sin siquiera despedirse de mí? Me dolió mucho haber despertado y no verlo más, mi señor.

Ambos frotaron sus frentes con suavidad.

—Fui inconcebible de mi parte... — aceptó en un susurro. — Perdóname, amor mío... debiste asustarte mucho.

La Estrella Que Escondió Su Brillo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora