𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒

48 5 8
                                    

El guerrero caído

────────•❃°•°•°•°❃•────────

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

────────•❃°•°•°•°❃•────────

──  𝕾𝖔𝖑𝖊𝖎𝖑 𝕲𝖗𝖞𝖋𝖋𝖎𝖓𝖉𝖔𝖗 𝖔𝖇𝖘𝖊𝖗𝖛𝖆𝖇𝖆 𝖈𝖔𝖓 𝖕𝖗𝖊𝖔𝖈𝖚𝖕𝖆𝖈𝖎𝖔́𝖓 𝖊𝖑 𝖍𝖔𝖗𝖎𝖟𝖔𝖓𝖙𝖊 𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖗𝖆𝖘 el sol comenzaba a desaparecer en el anochecer del 27 de julio. Estaba de pie en la entrada de la Madriguera, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había una tensión en el aire que era palpable, y no podía evitar sentir una profunda inquietud por lo que estaba por venir. La avanzadilla de la Orden del Fénix, liderada por Moddy, se estaba preparando para partir en la peligrosa misión, y Soleil no podía evitar sentir un nudo en el estómago. La Madriguera, normalmente un lugar bullicioso y alegre, estaba sumida en un silencio sombrío. La preocupación y la incertidumbre llenaban la casa.

Soleil no podía apartar la mirada del cielo estrellado. Sus pensamientos estaban con Harry y los demás miembros de la avanzadilla. Esperaba con todo su ser que estuvieran a salvo y que la misión fuera un éxito. La idea de que algo pudiera salir mal la atormentaba y aquello se reflejó en el cielo despejado, rayos estruendosos en el vasto cielo enviando vibraciones a sus oídos que solo la impacientaban de peor manera.

La tensión en la Madriguera era palpable. A medida que avanzaba la noche, el ambiente se volvía cada vez más decaído y melancólico. La señora Weasley intentaba mantener un semblante sereno, pero sus ojos mostraban la preocupación que sentía como madre. Ginny, aunque intentaba ser fuerte, no podía ocultar su ansiedad. La pequeña Annika, ajena a la gravedad de la situación, jugaba con sus bloques de juguete en el suelo, pero su risa parecía un eco lejano en medio de la preocupación general. Su tía, Drianda miraba a su hija en un intento de nublar su mente con los ojos enrojecidos.

Soleil seguía mirando al cielo, esperando ansiosamente cualquier señal de que Harry y los demás estaban a salvo. La espera se hacía interminable, y su mente estaba llena de pensamientos y temores. Cada minuto que pasaba parecía una eternidad. Ron, Tonks y Ryan deberían ser los primeros en aparecerse con el traslador, pero la lata de aceite estaba en el suelo, hace ya un rato que había aparecido y eso hacia aumentar los nervios de la señora Weasley.

Finalmente, cuando ya parecía que no podía soportar más la incertidumbre, vio un destello en el jardín. Harry, a cuerpo completo, tocó suelo firme y cayó a cuatro patas en el patio de La Madriguera; apartó el cepillo, que ya no brillaba, se levantó trastabillando, mientras Hagrid, que también había caído al aterrizar, se ponía trabajosamente en pie.

El grito de la señora Weasley y Ginny la sacó de su ensimismamiento y corrió hacia Harry y lo abrazó con tal fuerza que lo hizo gemir de la sorpresa, sintió un inmenso alivio gratificante al volver enterrar su rostro en su pecho.

—Cuidado, Sol —habló el muchacho con voz ahogada, pero no la alejó sino más bien la rodeó por la cadera de una manera tan dulce que se sintió derretir allí mismo.

𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓 ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora