𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟐

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La Comisión de Registro de Hijos de Muggles

La Comisión de Registro de Hijos de Muggles

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── —¡𝐴ℎ, ℎ𝑜𝑙𝑎, 𝑀𝑎𝑓𝑎𝑙𝑑𝑎! —saludó Umbridge—. Te ha enviado Travers, ¿verdad?

—¡S... sí! —chilló Hermione.

—Bien, creo que servirás. —Y se dirigió al mago de la túnica negra y dorada—: Ya tenemos un problema solucionado, señor ministro. Si Mafalda se encarga de llevar el registro, podemos empezar. — Consultó sus anotaciones y añadió—: Para hoy están previstas diez personas, y una de ellas es la esposa de un empleado de la casa. ¡Vaya, vaya! ¡También aquí, en el mismísimo ministerio! —Subió al ascensor y se situó cerca de Hermione; asimismo, subieron los dos magos que habían estado escuchando la conversación de la bruja con el ministro—. Vamos directamente abajo, Mafalda; en la sala del tribunal encontrarás todo lo que necesitas. Buenos días, Albert, Annie. ¿No bajan?

—Sí, claro —dijo Harry con la grave voz de Runcorn.

—Qué tengan buenos día —dijo Soleil con un asentimiento de cabeza.

Ambos salieron del ascensor y las rejas doradas se cerraron detrás de ellos con un traqueteo. Al volver la cabeza, percibió la cara de congoja de Hermione que, flanqueada por los dos magos de elevada estatura y con el lazo de terciopelo de Umbridge a la altura del hombro, descendía hasta perderse de vista.

—¿Qué lo trae por aquí arriba, Runcorn? —preguntó el nuevo ministro de Magia.

El individuo, de negra melena y barba —ambas salpicadas de mechones plateados— y una protuberante frente que daba sombra a unos ojos que chispeaban, le recordó a Soleil la imagen de un cangrejo asomándose por debajo de una roca.

—Tengo que hablar con... —vaciló una milésima de segundo— Arthur Weasley. Me han dicho que está en la primera planta.

—Hum —repuso Pius Thicknesse—. ¿Acaso lo han sorprendido relacionándose con algún indeseable?

—No, qué va —respondió Harry con la boca seca—. No... no se trata de eso.

—¡Ya! Pero sólo es cuestión de tiempo. En mi opinión, los traidores a la sangre son tan despreciables como los sangre sucia. Buenos días, Runcorn, Padge.

—Buenos días, señor ministro —dijo Soleil.

Soleil se quedó observando cómo Thicknesse se alejaba por el pasillo cubierto con una tupida alfombra.

—Vamos, vamos —susurró Harry que en cuanto el ministro se hubo perdido de vista, el muchacho había sacado su capa invisible. De la gruesa capa negra que llevaba puesta.

Soleil negó volviéndose hacia atrás, alerta.

—No —volvió a negar ella—. Eres demasiado alto para que vallamos los dos allí abajo, tendrás que encorvarte para que no se te vean los pies. Iré frente tuyo por si algo sucede.

𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓 ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora