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Despertó cuando los primeros rayos de sol alumbraban por la ventana.

Miró al techo con inexpresión, se sentía cansado a pesar de haber dormido "bien". Si era muy honesto podría sucumbir ante sus malos pensamientos sin parar hasta que el infierno lo consumiera, pero existía esa pequeña chispa que le aseguraba que las cosas no eran tan malas como las pensaba.

A ver, ¿lo había disfrutado? Sí.

¿Tocó a Roier mientras estaba dormido? No, jamás lo haría.

¿Se tocó a sí mismo? Sí.

¿Estaba mal? No, ¿cierto?

Bien, ¿se preocuparía por eso en el futuro? Quizá no, lo hizo sólo una vez y ya, no volvería a pasar, todo quedaría en esa noche.

Estaba acostumbrado a despertar a las seis, alimentar a las aves en su jardín, regar las plantas y dejar agua fuera de casa para que los animales de la calle pudieran tomar. Pero hoy estaba en casa de alguien más, alguien de quien no conocía su rutina diaria o al menos a qué hora despertaba. No quería moverse porque eso significaría hacerle ruido, pero tampoco sentía correcto quedarse ahí, en algún momento le daría hambre o querría ir al baño.

Que complicado era tener compañía.

Se removió ligeramente, sintiendo que el chico a su lado intensificaba el agarre en su cintura.

Pudo admitir que algo que era tremendamente cómodo era tener la cama calientita toda la noche, además de las respiraciones pausadas de su acompañante, que lo relajaban considerablemente.

Quizá no era tan complicado tener compañía.

Pasó las siguientes dos horas contemplando el techo como único medio de diversión, mirando la cantidad de espejos que el chico tenía en el cuarto y decidido a regañarlo por tener uno que apuntaba justo a su cama, sus creencias le hacían mantener el compromiso de no tener ningún objeto reflectante frente al lugar donde iba a descansar, los espíritus malévolos podrían aprovecharse de la vulnerabilidad del sueño para poseerte.

Escuchó cómo tocaban violentamente la puerta de madera y se asustó, sintiendo cómo el chico a su lado maldecía por lo bajo antes de abrir los párpados lentamente. Lo miró, intentando reconocer su rostro.

–¡Spreen! —gritó.

Se apartó de inmediato, mirándolo con incredulidad, no recordaba cómo es que él había terminado en su cama, no recordaba nada de la noche anterior y menos haberlo visto. Recordaba que tenía mucho sueño y después todo fue borroso.

Se miraron, temerosos de las respuestas y las mejillas de ambos se enrojecieron a la par, uno por pensar que pasaron la noche juntos y el otro por recordar exactamente qué fue lo que hizo en su cama.

El ruido de los golpes los volvió a asustar, mirando cómo Roier se levantaba con dificultad para salir del cuarto.

–Viene por los adornos, tuve que trabajar mucho esta semana, pero conseguí lo necesario. —le sonrió, antes de desaparecer por la puerta.

Spreen sonrió también, había olvidado que había estado tan cansado estos días y que ese fue el motivo por el cuál durmió más de 12 horas sin parar, parecía un récord interesante por cumplir.

Se quedó en la habitación, mirando con calma todos los adornos del lugar, había algunos colgantes de vidrio cerca de la ventana. Cuando abrió la cortina pudo ver que los rayos de sol provocaban pequeños arcoíris que se refractaban en las paredes, dando una apariencia hermosa y mágica. Las flores y macetas lucían hermosas, definitivamente era un bonito lugar para descansar. Roier sabía perfectamente cómo avivar lugares.

Unholy / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora