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Se tensó ante los besos que dejaba en sus mejillas, haciendo que el cuerpo cosquilleara y temblara con fuerza mientras quería poner resistencia, pero con la poca cordura que tenía logró aflojar los agarres y girarse completamente.

Mirando al hombre que ahora tomaba sus manos con fuerza y las llevaba hacia arriba de su cabeza con un brillo animal en los ojos que le demostraban sólo deseo, deseo contenido que no quería extender más tiempo.

–Spreen, voy a matarte si vuelves a asustarme de esa manera. —jadeó bajito, intentando recuperar las energías que perdió por el miedo.

Pero no hubo una respuesta verbal y él sólo se metió entre sus piernas utilizando sus rodillas para que separara las suyas y se aferrara a su cadera.

–¿Qué haces? —siguió, ladeando la cabeza para inspeccionarlo.

–Te extrañaba. —lo escuchó, dolido.

Abrió los labios un poco para decir algo, pero los labios exigentes de Spreen lo abordaron, interrumpiendo lo que sea que debía decir y robándole el aliento mientras su lengua delineaba sus labios y se adentraba al interior con necesidad. Soltó sus manos y luego sujetó su rostro para impedirle moverse o alejar el rostro.

Apenas fue capaz de respirar con rapidez por la boca, sintiendo el aire entrar a sus pulmones con tanta fuerza, que dolió.

–¿Lo hacías? —sollozó.

–Cada segundo lejos de ti fue una tortura. No me alejes. —aceptó, acariciando su nariz con la propia.

Roier soltó un gemido bajo.

Extrañarlo había sido horrible para él también. Porque no tenía certeza de lo que pasaría, si volviera a verlo, si volvería a escuchar su voz, su risa. Pensó en todos los escenarios donde estaban separados uno de otro y sus vidas seguían adelante sin más, dejándose enterradas las semillas que el otro regaló y no podrían cuidar.

Tomó la iniciativa esta vez y se acercó decidido para tomar sus labios y estrellarlos con fuerza, dejándose el miedo de perderlo entre cada uno de esos besos intensos e irracionales. Se aferró como pudo a su cuello mientras su lengua pedía permiso para entrar y se fundía con la suya en el placer húmedo que tanto necesitaba.

¿Por qué la sola idea de estar separados por más tiempo parecía la historia de horror a la que más le temía?

Sus pensamientos se interrumpieron cuando sintió cómo le bajaba los pantalones y se deshacía de su ropa interior, dejando sus glúteos caer contra el piso frío, logrando que se diera cuenta de lo que pasaba y reaccionara para detenerlo.

–Hey, no estamos en casa. —sonrió. –No estaría bien, podría escucharnos.

–No si te mantienes quieto y callado.

Recibió un beso a modo de súplica por su silencio y gimió una vez más por la insistencia que el chico demostraba por acariciarlo. No lo culpaba, también quería esto y mataría por ello, pero no entendía por qué quería hacerlo así, apenas llegando, sin darle oportunidad de entender lo que había pasado, o tan sólo preguntarle por qué actuaba así.

–Al menos déjame cerrar la puerta, ¿sí? —sugirió, separándose con los labios humedecidos.

Sintió que Spreen relajaba su agarre y se volteó para gatear despacio y alcanzar la puerta, la empujó con fuerza y esperó a que se cerrara para voltear a verlo, pero antes de poder girarse o ponerse de pie sintió cómo lo empujaba contra la puerta, obligándolo a levantar la cadera y sujetarse de la madera como pudo.y

–O-oye... pero...

Lanzó un gemido largo cuando sintió un músculo húmedo recorrerle los glúteos y ahogó sus palabras mientras los besos descendían hacia su apretada entrada. Se aferró a la puerta mientras Spreen desaparecía el rostro entre sus glúteos torneados.

Unholy / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora