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El día transcurrió sin mucho problema, Roier intentaba hacer reír a Melissa en cada provocación que podía. No quería que se agobiara más después de verla derrumbarse en un ataque de ansiedad que sacó lo peor de ella.

Le aseguraba que no importaba si estaba despeinada y con cara de asco, ella siempre sería linda. Le sonreía, pero en definitiva estaba muy asustada.

Él sabía que debía salir de ahí en cuanto pudiera, no quería darle más molestias o provocar que su familia fuera perseguida o castigada por algo que en definitiva no merecía. Era una mujer fuerte y sabía defenderse, sabía que esa cara tan dulce sólo era una fachada para lo peligrosa que era naturalmente.

Le ayudó a recoger los platos después de cenar. Le había obligado a quedarse dentro de su casa para evitar sentir ansiedad de que lo encontraran solo, al menos dentro de su hogar tenían qué tocar para entrar y eso les daría una pequeña ventaja para fingir demencia o elegir un lugar dónde esconderse.

–Oye... —rompió el silencio.

–¿Eh? —lo miró.

–¿Y cómo te fue en el extranjero? —aminoró sus nervios.

Recibió una sonrisa coqueta cuando ella tomaba uno de los platos húmedos para secarlo. Parecía divertida de recordar algunas de sus aventuras ahí.

–Bueno... —rio. –Me fue bien.

–¿Sólo bien? —la imitó.

–Resulta que una puede pasarla muy bien afuera, allá había muchos chicos nuevos e ingenuos a quienes enredar por un poquito de amor. —sonrió con picardía.

–Quién lo diría... —la miró con una ceja enarcada. –¿Conseguiste el amor?

–No. —sonrió. –Pero me divertí mucho.

Roier le sonrió ampliamente mientras terminaba de enjuagar los vasos. Ella se veía incómoda a pesar de intentar sacarle un par de sonrisas.

Deseaba hacerla olvidar la preocupación, que no se hubiera ofrecido a ayudar y tener la certeza de que su corazón no se oprimiría por la sensación de que algo malo pasaría. Deseaba tomar sus manos y decirle que todo estaría bien, que no tendría problemas una vez saliera de ahí, una vez que se alejara tanto que ni el polvo pudiera dar seña de él.

Pero estaba asustado, seguía asustado porque no quería irse sin Spreen.

Estaba asustado porque sabía que debía irse lejos y no mirar atrás, pero no tenía a dónde, ni con quién, ni siquiera un lugar donde dormir, con certeza. Claro, sus padres podrían estar en algún lugar, pero... ¿cómo los contactaría?

No había otra forma más que enviar cartas, pero nunca conservaban un mismo domicilio por tanto tiempo, además sólo recibía noticias de ellos en fechas especiales. Amaba que tuvieran la estabilidad para hacer lo que quisieran, pero odiaba sentirse hoy tan abandonado por ellos.

Los amaba y estaba feliz por cómo su vida ha sido, aunque estuviese siempre solo, pero eso le hizo madurar rápidamente y entender que podía hacer todo lo que quisiera si pensaba en grande y luchaba por ello. Claro, tenían dinero, ¿de qué otra forma lo haría sin eso?

Se quedaron un momento escuchando la radio local, pero se disculpó porque se sentía profundamente cansado, deseaba dormir lo mejor que pudiera antes de salir temprano por la mañana, le prometió que apenas se vislumbraran los ligeros rayos de sol saldría de casa e intentaría llegar a la estación de tren, tomaría un boleto para cualquier lugar posible y buscaría la forma de subsistir.

Ella sonrió con pesar, a pesar de no conocerlo de nada sentía que lo reconocía de algún lugar, que eran tan compatibles, que podrían complementarse. Ese sentimiento fraterno que sólo se siente por un hermano querido, por alguien que parece ser más cercano, de años, de tanto tiempo atrás.

Unholy / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora