8

1.3K 136 91
                                    


Despertaron juntos otra vez.

Spreen estaba tan cansado que no sintió cuando Roier salió de su lado antes de las ocho de la mañana. Abrió los párpados cuarenta minutos después mientras recordaba dónde estaba.

Observó los arcoíris reflejados del vidrio iridiscente de sus colgantes en la ventana y sonrió porque el suyo lo dejó cerca de las jaulas con las aves que rescató y estaban heridas, emocionándose por recordar cómo silbaban al ritmo del vidrio chocando.

Se levantó y tomó su ropa, había sido perfectamente doblada y planchada, podía notarlo porque los puños no estaban arrugados como los tenía ayer.

Salió en camino al baño y sintió el aroma de huevos revueltos proviniendo del piso inferior, se apresuró a lavarse las manos y asearse para bajar pronto y ayudarlo en todo lo que necesitara, no le gustaba ser totalmente atendido.

–¿Ro? —saludó sonriente.

–Hola, guapo. ¿Dormiste bien? —lo miró, dedicándole una de sus sonrisas hermosas.

–Sí... muy bien, gracias. ¿Y tú? —se acercó para saber cómo ayudarlo, poniendo a calentar un poco de agua para tomar un té.

–Estoy bien, más que bien.

Los ojos de ambos se encontraron y se dedicaron una sonrisa cómplice.

Se acercaron cuando todo estuvo listo y se sentaron para degustar sus alimentos, Spreen le acercó la bandeja de pan para acompañar su huevo y Roier le pasó el azúcar para su té, coordinando sus movimientos sin notarlo.

–Debes irte pronto, ¿no es así? —sintió su mirada.

–Un poco, sí. Sabes que debo llegar a la iglesia antes y organizar un poco. —sonrió. –Pasaré al cuarto que tengo ahí para tomar al menos una camisa limpia.

Roier sonrió, recordando que el motivo de tener que vestir lo mismo algunas horas sea que pasaron la noche juntos. Y vaya noche.

–¿Vendrás hoy? —terminó.

–Claro, no podría deshacerme de ese compromiso. —sonrió con emoción.

Terminaron de comer, Spreen llevando los platos sucios al lavadero para limpiarlos antes de salir y Roier recogiendo un poco la mesa para quitar las pequeñas migas de pan.

Se arreglaron un poco en el baño, deteniéndose un poco para darse algunos besos suaves y Spreen se separó de él para detenerlo.

–Llegaremos tarde. —susurró, robándole un último beso.

La misa que oficiaba Spreen era a las 10, pero debía llegar antes para prepararse, aunque ya todo estuviera prácticamente listo por los feligreses que se ofrecían a ser voluntarios y organizarse.

Caminaron juntos, soltando algunas risas cuando Roier fingía que debían correr porque no iban a llegar y les cerrarían la puerta en la cara. Spreen se divertía tanto por las cosas que el otro decía y se reía fuertemente aunque a veces lo vieran mal, debía mantener la compostura.

Roier se separó mientras él iba adentro para prepararse, tomó su canasta con los pequeños libros que indicaban el itinerario, también los rezos del día y lecturas interesantes para que los niños se interesaran, le gustaba llevarse alguno para leer cuando no podía dormir, los guardaba en su cajón por si necesitaba usarlos.

La gente ya lo conocía y le sonreían con emoción siempre que llegaba, algunas mujeres de edad murmuraban que era muy estimulante que trajeran chicos tan guapos para estar presentes en las misas, les ayudaban a concentrarse y tener motivos para volver. (Aunque lo decían con obvio tono de burla sana.)

Unholy / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora