CAPITULO 3

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Masaru suelta un suspiro de frustración y se apresura a caminar junto a sus captores

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Masaru suelta un suspiro de frustración y se apresura a caminar junto a sus captores. Su mente trabaja a toda velocidad, trazando un plan desesperado para escapar de la caótica situación que él mismo ha desencadenado debido a su insaciable curiosidad. Sabe que su única salida es ganarse la confianza de estos desconocidos, aunque es muy consciente de que no es precisamente un experto en habilidades sociales.

— Kaya me invitó a venir cuando yo quisiera — presume Usopp, con una sonrisa de satisfacción.

— ¡Vaya! — exclama Luffy, impresionado por la magnitud de la mansión — ¿Todo esto para una sola persona?

— Bueno, vive con su mayordomo y un par de empleados — responde Usopp, y Masaru nota una mirada triunfante en Nami al escuchar esa información.

Escucha el silbido de Luffy y observa cómo este casi se lanza al pozo, sintiendo cómo el estrés lo invade. Una inquietante pregunta se abre camino en su mente: ¿con qué tipo de loco el destino lo ha emparejado? Sin embargo, decide momentáneamente dejar esa preocupación de lado y en su lugar, concentra su atención en Nami y Zoro.

— El dinero muestra cómo son las personas en realidad — expresa Nami con un tono de voz cansado, evidenciando su desilusión —, a la mayoría solo les importa ellos mismos.

— Suena a alguien que conozco — le responde Zoro con un tono irónico.

Usopp y Luffy se apartan del pozo y comienzan a dirigirse hacia la mansión. Masaru estaba a punto de seguirlos, pero se detiene de golpe al escuchar las palabras de Nami, lo cual le toma completamente por sorpresa.

Nami, con su tono seguro y enigmático, comenta:

— Con pocos empleados no tengo que estar preocupándome.

— ¿Por qué? — cuestiona Zoro. — ¿Vas a saquear el lugar a ciegas?

Ella muestra una sonrisa juguetona y contesta, guiñando un ojo:

— Al menos con un ojo cerrado, Zoro — él la mira con intriga —. Además, Masaru me va a ayudar.

Masaru se queda atónito, sus ojos se abren con sorpresa, y su boca se mantiene entreabierta en una expresión de consternación. Enseguida, niega con la cabeza y exclama con firmeza, dejando en claro su negativa. — ¡Ni lo pienses!

— No es una pregunta, querido Masaru — aclara Nami con una chispa de diversión en sus ojos. Zoro se ríe ante la situación y pasa su brazo por el hombro de Masaru, quien se pone nervioso por el repentino acercamiento del espadachín.

Por enésima vez, Masaru siente un profundo suspiro escapar de sus labios mientras se deja arrastrar por la corriente de eventos. La sensación de que formar una amistad con este grupo de personas es una tarea imposible lo embarga. La desesperación se agolpa en su pecho mientras considera su única opción: escapar en la oscuridad de la noche.

Mar de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora