CAPÍTULO 8

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Masaru asegura su barco con habilidad y observa con asombro el restaurante que se levanta frente a él

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Masaru asegura su barco con habilidad y observa con asombro el restaurante que se levanta frente a él. La idea de un barco restaurante es completamente nueva para él, y la simple visión le parece hermosa. Cuenta los berries que tiene consigo y se debate internamente sobre la posibilidad de entrar. La realidad es que no posee suficientes berries, por lo que necesita idear un plan para conseguir dinero. La idea de pintar y vender algunas obras como fuente de ingresos cruza su mente como una solución viable.

Después de unos momentos de reflexión, Masaru toma la decisión de entrar. La curiosidad por descubrir cómo es el interior de ese lugar único y la esperanza de encontrar inspiración lo impulsan. Con determinación, cruza el umbral del restaurante, preparado para explorar lo desconocido y, quizás, desatar su creatividad en el proceso.

El interior del restaurante supera las expectativas de Masaru, revelándose como una auténtica maravilla. Afortunadamente, el lugar no está abarrotado de personas; quizás la temprana hora de la madrugada contribuye a esa relativa tranquilidad.

En medio de sus reflexiones sobre la singularidad del restaurante, la magia del momento se ve interrumpida por una voz que rompe el silencio, atrayendo la atención de Masaru y sumergiéndolo aún más en la atmósfera única de este lugar especial.

— Bienvenido a Baratie, ¿en qué puedo ayudarle? — saluda el hombre Gyojin con amabilidad, sosteniendo un cuaderno de reservas que destila elegancia.

Masaru, al percatarse de que en las películas que ha visto, es común realizar reservaciones en los restaurantes elegantes, siente un ligero rubor que cubre su rostro. Avergonzado, rasca su cara, reflexionando sobre cómo abordar la situación.

— Buenos días, ¿hay mesas disponibles? — Masaru pregunta con cierta timidez, golpeándose internamente por la obviedad de su consulta. Sin embargo, el señor Gyojin responde con una risa amigable, aliviando la tensión momentánea

— Solo porque me caíste bien, te dejaré entrar. Sígueme

Masaru lo sigue, agradecido por la oportunidad. El hombre lo ubica en una mesa, estratégicamente alejada del bullicio del centro, brindándole un lugar tranquilo. Masaru le sonríe en señal de gratitud mientras el hombre regresa a su puesto.

En la mesa, encuentra el menú, repleto de platos con nombres desconocidos para él. Los precios son accesibles, pero Masaru, siendo precavido con sus gastos, opta por lo más económico: un Takoyaki. Como acompañante, elige un jugo de naranja.

— ¿Está listo para ordenar, caballero? — Masaru aparta los ojos del menú y los posa en el chico guapo rubio que se encuentra de pie frente a él, con una sonrisa que despierta un ligero cosquilleo en su estómago, esperando la orden. La voz del camarero resuena en sus oídos, cautivadora y suave, dejándolo momentáneamente aturdido. Masaru sacude sus pensamientos, traga saliva y, después de un breve instante de desconcierto, logra articular una respuesta.

— Takoyaki con jugo de naranja, por favor —. El rubio, alza la ceja ante su elección, y Masaru espera con ansias que no haya notado que optó por la opción más barata del menú.

Mar de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora