CAPÍTULO 10

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Masaru se entrega por completo a la risa contagiosa de Nami

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Masaru se entrega por completo a la risa contagiosa de Nami. Sus pensamientos preocupantes se desvanecieron hace un instante, y ahora su único anhelo es sumergirse en un festín de carcajadas. El alcohol desata estragos en su sistema, y aunque lucha por mantener la compostura, está notablemente embriagado. Sus ojos se clavan en Nami, pero ella parece dominar la situación con maestría. Quizás el alcohol lo afecta más a él, ascendiendo vertiginosamente a su cabeza.

Zoro se retira momentáneamente en busca de más bebidas, dejando a Masaru solo con la mujer de cabello naranja. Ella lo observa con una sonrisa traviesa en el rostro, como si estuviera tramando un plan intrigante. Masaru, con una leve preocupación en sus pensamientos, se pregunta qué podría estar maquinando Nami. Sin embargo, no le concede demasiada importancia, entregándose con pasión a la noche colmada de risas

— Entonces, ¿te gusta Zoro? — pregunta Nami. La pregunta envuelve a Masaru en una especie de nebulosa de pensamientos que le dificulta ver con claridad. Zoro, con su evidente atractivo, despierta un cúmulo de sentimientos que le resulta complicado expresar. Sus brazos fuertes y su rostro bonito despiertan un suspiro involuntario en Masaru, quien se esfuerza por organizar sus pensamientos.

La palabra "gustar" resuena en su cabeza, generando una pausa mientras intenta ordenar las emociones que bullen en su interior. La intensidad de la personalidad de Zoro complica aún más la respuesta, creando una mezcla de deseos que Masaru apenas puede contener. Se sumerge en la reflexión, la mirada perdida al evocar la encantadora sonrisa de Zoro, tratando de descifrar lo que realmente siente en lo más profundo de su corazón.

El silencio de Masaru se prolonga, y Nami, con una mezcla de paciencia y complicidad, suspira antes de reformular la pregunta con un matiz más suave:

— ¿Te parece atractivo? — insiste Nami, buscando explorar los sentimientos de Masaru de una manera que permita que emerjan sus verdaderas emociones.

— No soy ciego, Nami. Zoro es indudablemente atractivo, ¡muy atractivo! Pero su personalidad, bueno, deja mucho que desear. Aunque si llegara a pasar algo, quizás no me quejaría demasiado — Masaru responde con sinceridad, sintiendo que su rostro se tiñe de un tono sonrojado. Nami no puede contener la risa ante su respuesta.

Algo en la pregunta y en su respuesta lo arranca abruptamente de los momentos divertidos que está compartiendo, y su cabeza comienza a martillar con un dolor penetrante. La urgencia repentina de agua lo invade, pero al intentar ponerse de pie, unas terribles náuseas lo asaltan, obligándolo a salir corriendo hacia el baño. La ansiedad se apodera de él mientras alcanza el sanitario, donde expulsa todo con fuerza. Aunque se libera de parte del malestar, una sensación incómoda persiste en su estómago.

Se acerca al lavabo y enjuaga su boca, tratando de deshacerse del sabor amargo que queda. La realidad golpea con fuerza: definitivamente, beber no es una buena idea. El mareo persiste, y mientras se apoya en el lavabo, reflexiona sobre la elección que acaba de hacer. Siente una vergüenza palpable por lo que acaba de admitir a Nami, esperando que ella no utilice esto en su contra y que no le cause problemas con el peli verde. La necesidad de agua sigue siendo apremiante, y se promete a sí mismo tomar decisiones más cuidadosas en el futuro, aprendiendo de esta experiencia incómoda y evitando exponerse de esa manera nuevamente.

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