Capítulo 9

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Sobrellevar los días que siguieron a ese encuentro no fue tarea fácil. Al principio pensé que los planes de Conrad estaban centrados en mi familia, pero poco o nada hacía él para disimular la clara antipatía que, por alguna razón que no terminaba de quedarme clara, sentía por los Kim. Disfrutaba tener cierto control sobre sus destinos; sin embargo, esto sólo lo demostraba con nosotros, porque a los ojos del público externo Conrad era un socio amable y dedicado de la familia Kim. Observaban a Carlo y Sui trabajar juntos todo el tiempo, yendo a las oficinas de gobierno, a la embajada y, de vez en cuando, a sitios de dudosa reputación. Cosa que siempre irritaba y preocupaba a Minjeong.

La razón por la cual Sui había tomado una decisión tan precipitada me intrigaba, pero desde aquel día en el estudio, no se había presentado la ocasión de hablar con él a solas. A veces coincidíamos en alguna de las reuniones que tenía con Conrad, lamentablemente, esos encuentros siempre eran fugaces y la oportunidad de entablar conversación con él, por más corta que fuera, se me escapaba en cuestión de segundos. Aún con esto, no daba la impresión de estar pasándolo mal. Claro que se le notaba preocupado y cansado. Ligeramente pálido y poco a poco las ojeras empezaban a notarse en su rostro, pero en ocasiones parecía incluso estarse divirtiendo. Daba la impresión de llevarse bien con Carlo, pues regularmente se les veía charlando o riendo alguna gracia.

Esto, sin embargo, no parecía tranquilizar a Minjeong. Le costaba entender por qué Sui había decidido aceptar tratos con Conrad sin consultárselo a nadie y no había tenido mejor suerte que yo al momento de intentar hablar con él, por el contrario, incluso parecía que estaba evitándola a propósito. Ella no lo iba a admitir, pero yo sabía que se sentía traicionada por él... y también por mí.

Desde el día en que mi compromiso con Conrad se hizo público y las invitaciones de boda empezaron a llegar a personas que ni sabía que existían, nuestras cenas y almuerzos diarios tuvieron que suspenderse. Durante el día, las oportunidades para vernos eran nulas. Conrad siempre me tenía ocupada afinando detalles sobre la ceremonia, la recepción o el menú. Quería que se cuidara hasta el último detalle y tener por testigos a un selecto grupo de políticos, militares y empresarios seleccionados por él.

La lista de invitados que me entregó estaba conformada por aproximadamente 50 personas, entre las que se encontraban la familia de Aeri, Ning y la de Minjeong. El pensar que tendríamos que montar una farsa de amor frente a gente tan influyente me agobiaba. Aunque intentaba encontrar consuelo en el hecho de que, por lo menos, aquellos que realmente importaban sabían la verdad.

Conrad había tenido razón en algo, y es que la gente del pueblo estaba bien enterada del tipo de relación que tenía con Minjeong. No era que algo como eso pudiera ser ocultado, muy por el contrario, los chismes y rumores corrían rápido entre los vecinos, por ello y con la intención de aumentar la credibilidad de nuestra relación, me llevaba a cenar todas las tardes. Pasaba siempre en punto de las 6 a la casa en su coche, íbamos a algún restaurante reconocido, me tomaba de la mano, del brazo y me dedicaba sonrisas a las que yo debía corresponder. La gente compró el cuento casi de inmediato, mi relación con Min nunca fue bien vista, por lo que preferían creer que la buena Jimin había corregido el rumbo y empezaría a tener una vida decente.

Para mí, sin embargo, todo seguía siendo igual de irreal. Ni aún las conversaciones se sentían auténticas. Ninguno de los dos tocaba temas íntimos o relevantes. conversábamos monótonamente sobre el clima, los avances en la boda, la iglesia que sería reservada, el ministro que la oficiaría, el tipo de traje y vestido. Yo no estaba más cerca de conocerlo a él y a él no le interesaba conocerme a mí.

Sé que, por las noches cuando Minjeong llegaba con discreción y casi ni hacerse notar, le era difícil observar los cuadros y fotos enmarcadas que ahora servían de decoración. Conrad y mi padre se habían encargado de ellas, "un recuerdo de nuestro amor" decía él. En ellas siempre aparecíamos sonrientes, tomados de la mano o abrazados. Sé que le dolía, pero ella fingía no prestarles atención y yo me uní a esa simulación. Eso fue un error, debí hablar con ella del tema, borrar sus inseguridades y escuchar sus opiniones y sentimientos, como había hecho anteriormente en innumerables ocasiones, pero yo me sentía abrumada y me resultó más fácil simular que en nuestra pequeña burbuja de amor no se estaban empezando a formar grietas.

Love you the mostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora