Los años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Wei Ying se convirtió en un visitante habitual del muelle de loto, riendo y jugando con los hermanos Jiang. Sus alegres carcajadas resonaban por todo el lugar mientras corría de un lado a otro, llena de una energía inagotable. Jiang Cheng a veces la perseguía, fingiendo estar molesto por sus travesuras, pero en el fondo disfrutaba verla tan llena de vida.
En las tardes, los tres solían sentarse a la orilla del estanque, con los pies descalzos rozando el agua mientras admiraban los lotos meciéndose suavemente. Wei Ying a veces intentaba atraparlos, provocando la risa de Jiang Yanli y los regaños de Jiang Cheng sobre mojarse la ropa. Pero al final los tres terminaban empapados y riendo a carcajadas, observando las bellas flores rosadas flotando a su alrededor.
Otras veces, pasaban largas horas pescando pacientemente con cañas de bambú que el padre de los Jiang les había fabricado. Competían por ver quién atrapaba al pez más grande, aunque la mayoría de las veces los peces pequeños lograban escabullirse del anzuelo. Cuando tenían suerte, llevaban sus escasas presas a que la cocinera de la secta las preparara para la cena familiar.
Los padres de Wei Ying incluso mencionaron la posibilidad de establecerse permanentemente en la secta Jiang para que los niños pudieran crecer juntos. Cangse Sanren adoraba observarlos corretear por los jardines y reía siempre que los veía interactuar. Changze se mostró un poco más reservado, sobre todo cuando Jiang Cheng rondaba demasiado cerca de su preciada hija. Pero la alegría en el rostro de Wei Ying lo convenció de darle una oportunidad al joven Jiang.
Aunque muchas de esas veces, debían de terminar de regañar a Madam Yu, mucho más, cuando alegaba que su hija era la causante de que Jiang Cheng no cumpliera con sus entrenamientos.
Cangse Sanren, siempre la interrumpía con una mirada severa, aun cuando sonreía hacia ella. —Son niños —le decía, para que luego la Yu Ziyuan solo bufara y se quejara de la simpleza de la educación.
Jiang Cheng siempre los escuchaba, aun cuando hablaran tan bajo, su núcleo había crecido lo suficiente para ser capaz de jugar si así lo quería.
—No soportaran una guerra como nosotros.
—Fuimos obligados, Ziyuan —interrumpió Changze—. Tampoco queríamos mancharnos las manos con sangre, aun así, lo hicimos para sobrevivir, para que la vida de nuestras familias evitase vivir lo mismo. Y lo sabes.
—Excusas, son lo único que escucho.
Jiang Cheng, podía comprender lo que su madre quería hacer con ellos, lo vivió antes cuando la secta Wen creció tanto como para terminando a tantos cultivadores hasta que se cortó la cabeza del líder. Para aquel momento solo era un adolescente que no podía pensar en nada más, que, en la gloria de su secta, en la vida que estaba bajo su mando.
Y en todo lo que abarcaría perder si confiaba en el que menos esperaba... incluso si cerró los ojos al principio por la mujer que amaba, y la abandonó por un tiempo.
¿Por miedo? ¿O por idiota?
Es más, para ese momento, aquel hombre continuaba con vida, planeando lo que terminaría con su felicidad en el futuro. ¿Cómo lo enfrentaba? ¿Qué planes deberia hacer si quería evitar que tantos murieran? Que Wei ying no se viera involucrada con la energía resentida.
—¿A-cheng? ¿Estás bien? —la escuchó decir, y el solo asintió apartando la mirada de los adultos, para sobresaltarse por la cercanía de la niña, quien ladeó su rostro de manera adorable.
—¡No- no puedes estar tan cerca!
—¡Pero Jiang Cheng no me escuchaba por mucho que gritara! Parecías perdido.
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El Loto y La Luna; ChengXianFem!
Fiksi PenggemarPerdió lo que más amaba en manos de otros, y el querer venganza suena poco para todo lo que paso su familia. Jiang Wanyin quiere una oportunidad, y él no duda en dársela, con la única opción de que la proteja. Wei Wuxian es el todo, y él cumpliría...