Capítulo 26

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Volvieron a la balsa y descansaron hasta que Kneisha estuvo preparada para seguir. Había gastado demasiada energía, y los demás prometieron ser más cuidadosos.

—Esto nos lleva a que debemos esperar otras tres pruebas: la de fuego, la de aire y la de tierra. Así que debéis estar preparados —señaló Damon. Los demás asintieron. Kneisha casi se alegraba de haber sido la primera, así se quitaba toda responsabilidad. No quería imaginar lo que debían estar pensando los demás y la presión que debían de sentir en ese momento.

Cuando llegaron a la otra orilla del lago, bajaron de la balsa y observaron la brújula: les indicaba que siguieran por el túnel que tenían delante. Por él, se encontraron con interminables túneles oscuros, similares a los del camino que habían recorrido hasta llegar a la cueva del lago. Tardaron de nuevo algunas horas en llegar a la siguiente cueva. Esta vez estaba vacía, no había absolutamente nada. Solo cuando dieron diez pasos, la cueva mostró sus cartas. Las rocas del techo se desprendieron y casi los aplastan. Corrieron en diferentes direcciones, pronto perdiéndose de vista.

Después de aquel primer desprendimiento, las rocas siguieron cayendo y abrieron brechas en el suelo. También se produjeron desprendimientos de arena. Kneisha sintió que estaban en un reloj de arena, con una apremiante cuenta atrás en la que cada vez había menos aire disponible. Miró a su alrededor, pero estaba rodeada de rocas y la arena comenzó a cubrirla hasta la mitad del cuerpo. Michael tenía que hacer algo.

Pero Michael no estaba en una situación mucho mejor. Él ya estaba cubierto de arena hasta la cabeza. Los granos le pincharon por todas partes, produciéndole un dolor similar al de miles de agujas clavándose en su cuerpo al mismo tiempo. No podía pensar con claridad. Había intentado detenerlo como Kneisha, pero era inútil, era demasiado, no podía hacerlo solo.

Era consciente de que tenía que hacer algo o todos morirían. Solo se le ocurrió una cosa, aunque no estaba seguro de si funcionaría. Se concentró en crear túneles en la arena que los cubría a todos. Hizo uno desde la posición en la que se encontraba cada uno, de manera que los cinco túneles se unificasen en uno solo que los llevase al otro lado de la cueva.

Parecía que estaba funcionando. Los demás pronto adivinaron que detrás de eso estaba la mano de Michael y siguieron los agujeros que se abrían ante sus ojos. Cuando se reunieron, siguieron el túnel principal en fila india. Aunque aún era peligroso porque de vez en cuando una roca se colaba y tenían que correr desesperadamente para esquivarla. Y el camino era largo. Muy largo.

Michael se sentía con fuerzas para continuar, pero cuando quedaban solo unos metros para llegar al final, su túnel empezó a desmoronarse. Corrieron con la arena bajo sus pies, persiguiéndolos. Michael y Sarah fueron los primeros en llegar, luego Kneisha. Ángel y Damon se miraron y saltaron al unísono justo cuando la arena alcanzaba la salida.

En ese momento, las rocas, la arena y las grietas desaparecieron, como si nada hubiese sucedido. Habían superado la segunda prueba, la de la tierra.

—Una menos —dijo Damon, antes de seguir—. Estad preparados —añadió, mirando a Sarah y Ángel.

Continuaron avanzando por el siguiente pasillo. Kneisha se sentía un poco mareada y aún le dolía el golpe que se había dado contra las rocas en su prueba. Se tocó la parte trasera de la cabeza y notó el líquido caliente de la sangre en sus manos. Ángel pareció darse cuenta, y enseguida dijo:

—Paremos un momento. Knei está sangrando.

Kneisha no quería detenerse, pero sabía que era necesario estar al cien por cien en esto. Así que permitió que Damon le examinara la herida.

—No es muy grave, pero es normal que te sientas un poco débil y mareada. Para las próximas pruebas, quédate al lado de alguno de nosotros en todo momento.

Continuaron caminando, y Ángel decidió asumir el papel de protector de Kneisha, colocándose a su lado y permitiendo que se apoyara en él.

—Gracias —le susurró, mientras descansaba la mayor parte de su peso en él.

—Una vez te prometí que te protegería. Yo cumplo mis promesas —le dijo en voz baja para que los demás no lo escucharan.

Llegaron a la siguiente sala. Era exactamente igual que la anterior. No había nada de nada. Así que, igual que la última vez, echaron a andar. Ya descubrirían qué les esperaba cuando llegase.

Y lo hicieron. De cada rincón de la cueva aparecieron unos tornados, enormes, girando velozmente, acercándose a ellos.

Echaron a correr intentando esquivarlos, pero resultó inútil, porque en poco tiempo aparecieron más y más. Pronto los elevaron en el aire, haciéndoles dar vueltas, mientras chocaban con las rocas que giraban con ellos.

Kneisha se encontraba abrazada a Ángel en medio del aire. Él la había cogido en volandas de manera que Kneisha se pudiese agarrar a él con brazos y piernas, mientras Ángel la sostenía con sus brazos. Tampoco estaban solucionando nada así, pero por lo menos evitaban que a Kneisha le diese en su ya magullada cabeza alguna otra roca.

Estaban todos un poco mareados, pero confiaban en que Sarah conseguiría parar aquello pronto.

Mientras, Sarah estaba calmada, giraba, pensando qué podía hacer. Kneisha había hecho que todo parase, pero si ella hacía eso, se darían un buen golpe en la caída al suelo; y estaban demasiado magullados para soportarlo. Por otra parte, Michael había conseguido abrir una brecha dentro del desastre, por decirlo de alguna manera.

Sarah quería encontrar una solución de ese estilo, algo elegante, pensó para ella misma. Tuvo una idea, aunque no sabía si funcionaría. Si no se equivocaba, Kneisha y Ángel estaban en un mismo tornado; Damon y Michael en otro, y ella estaba sola en otro diferente a su vez.

Cerró los ojos y se concentró.

De pronto, los tres tornados donde se encontraban, giraron suavemente y empezaron a sortear al resto, dirigiéndose hacia la salida. Estaba controlándolos y ordenándoles qué debían hacer.

Y los tornados siguieron sus órdenes. Avanzaron entre el resto de tornados despiadados que giraban sin parar a su alrededor, sorteándolos, hasta llegar a su destino. Allí empezaron a descender lentamente hasta tocar el suelo.

Se giraron. La sala estaba de nuevo vacía. Tercera prueba superada. Ya solo quedaba la de fuego.

Kneisha sonrió a Sarah. Había tenido una salida muy elegante de la situación. Ella le devolvió la sonrisa.

—Vamos, no hay tiempo que perder —dijo Ángel, muy serio. Querría quitarse su prueba ya de en medio.

Así siguieron avanzando por el pasillo del túnel. Pero esta vez parecía que la siguiente cueva no llegaba nunca.

Kneisha miró a Ángel, y él le devolvió la mirada después de sonreír. Kneisha quería darle las gracias por protegerla. Él asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.

Caminaron más que las otras veces, Kneisha había perdido toda noción del tiempo.

Encontraron la siguiente sala. Pero esta vez, en cuanto entraron, la prueba les estaba esperando.

 Pero esta vez, en cuanto entraron, la prueba les estaba esperando

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Nota de la autora:

¿Qué os han parecido estas pruebas? ¿Qué le esperará a Ángel en la suya?

Este finde no podré publicar, así que el siguiente capítulo lo tendréis el lunes que viene. 

Comentadme, ¿cuál es vuestro personaje favorito y por qué?

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