Capítulo I, parte II.

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Las noches avanzaron, y debido a las festividades por el inicio del otoño, en Akiret, lugar protegido por su Alteza Aysun, se daba inicio a los preparativos del gran banquete, que sería celebrado un día después de dar ejecución a los criminales que han sido sentenciados por delitos como asesinato o violación. De entre las crueldades del Emperador actual, así como de sus ancestros, se tiene la costumbre de negar el perdón u otro castigo a quienes se atrevan a delinquir de tal forma.

Aysun tiene particular desagrado por el segundo grupo cuando la víctima es un menor, ha endurecido la sentencia a no solo dar muerte, sino que hacerlo mediante el desmembramiento. Por fortuna, son pocos los que han sido encerrados en los calabozos de la prisión que tendrán tal final, no hay muchos que, sabiendo cuál será su final si son atrapados, se atrevan a cometer tal delito.

La castaña había escrito hace días a sus hermanos, invitándolos a que acudan al festival. La noche en que su madre murió, es cuando las cartas habrán llegado a ellos, solo dos, debido a la cercanía de los territorios, su hermano Berat, y Derick, quien gobierna Irtlemeru, él llegaría antes, la menor se había sentido aliviada de que, al escribir las cartas no llegó a tener visión alguna sobre una tragedia que cayera sobre sus hermanos, al menos no una letal. Sin embargo, otro era el destino de su madre.

Hace una semana que había tenido un sueño sobre ella, la veía dormida, cubierta por una especie de sábana blanca, húmeda, era confuso, las imágenes se le presentaban borrosas, su talento como bashee para tener visiones sobre la desgracia de la muerte, la hacían no estar segura sobre si lo que soñaba se trataba de solo eso, un mal suelo, o era una visión del doloroso futuro. Eso, sumado a que no tiene forma de saber si está ocurriendo en ese momento, si pasó hace ya días o está por suceder. Solo ve la escena. Falta claridad.

No llegó a ser claro hasta la noche en que su madre murió. En ese momento, Aysun se encontraba en los jardines del palacio de Akiret, disfrutando de la compañía de Nohek y Galt, sus favoritos, no solo por el físico, sino por sus habilidades, el primero toca de forma maravillosa el arpa, el segundo tiene una voz que consigue hacerla estremecer cuando recita la poesía que escribe, y por supuesto, ambos diestros en combate, le han sido útiles para mejorar las habilidades que ha aprendido en sus años de infancia en el palacio de Uskhud.

Tomó la copa de plata que había frente a la pequeña mesa, casi a la altura del amplio asiento donde sin problema alguno podía recostarse, cuando lo sintió. Un frío recorriendo cada parte de sus cuerpos, iniciando por sus dedos y terminando en el cuello, donde parecía como si se formase un nudo que le impide respirar. Suelta la copa y el contenido de esta se derrama en la mesa. Nohek deja de tocar y Galt se apresura a tomarla de la mano. Las imágenes pasan en entre sus pensamientos de forma fugaz, pero son claras, más de lo que quisiera.

—Retírense —Aparta la mano del agarre de su gentil amante al dar la orden.

—Alteza, ¿Qué es lo que ocurre?, Quizá podemos de alguna forma ayudar a... —la mano derecha de la mujer se eleva a la altura de su rostro, con la palma abierta al frente, y se hace el silencio en los labios de Nohek. Hace cuanto le es posible para no gritarles, no es que quiera hacerlo, no está molesta con ellos, pero si furiosa y triste con lo que ha ocurrido.

Acababa de ver caer la cabeza de su madre, la mujer que la cuidó cada día, la que estuvo a su lado en las noches de enfermedad, la que disipaba sus miedos cada vez que veía la muerte de alguien en sus sueños, o despierta.

Galt pasó su atención al otro hombre, indicándole con la mirada que era mejor marcharse, no insistir, al menos por ahora. Ambos inclinaron la cabeza ante ella previo a marcharse, volviendo al interior del palacio. Solo entonces es que se permitió gritar, algo que de inmediato llamó la atención de los hombres y mujeres más cercanos al jardín, no obstante, en cuando el par que había estado con la castaña notaba estaban a punto de acercarse, los detenían.

Después de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora