Desde hace generaciones que el imperio de Sharactmer nació, no le tomó demasiado para crecer al punto en que se encuentra en la actualidad, surgió de la guerra, de sangre, misma que no ha dejado de derramarse, solo cambió la forma en cómo se hace. Cada región ha sido gobernada por descendientes del emperador o emperatriz que ha tomado mando del imperio, se tiene el derecho de asesinar a miembros de la misma familia para evitar alguno llegue a levantarse en contra del emperador, una costumbre que no todos llegan a ejecutar, sin embargo, sigue latente, en especial en los últimos años.
Uskhud se volvió el centro del imperio, es ahí donde se encuentra el palacio más grande y hermoso, los pisos de las habitaciones principales se encontraban alfombrados, el mármol decoraba los muros y las columnas que se levantaban para sostener la estructura poseían un tono turquesa debido a las piedras preciosas y pintura usada para cubrirlas, en el borde de los techos había decoraciones en oro que brillaban con la luz de las lámparas cuyo fuego danzaba con el paso del viento que ingresaba cuando las ventanas se encontraban abiertas y el clima así lo disponía. Era un lugar magnífico que ha crecido con forme las generaciones pasan, cada emperador lo hace suyo al agregar un elemento.
En el caso del emperador Canek, fue el ampliar los jardines y levantar el tamaño de las murallas que lo rodean, aquel palacio era el lugar donde residen sus hijos más jóvenes y las esposas que han sobrevivido a lo que parece ser la entidad maligna que se ha apoderado de él, llevándolo a ejecutar al mayor número de hermanos, amantes e hijos en la historia del imperio.
Eso es algo que se murmura, simples rumores, en realidad no pueden estar seguros si es algo externo, tal vez los rumores son porque la gente prefiere creer eso antes que aceptar la posibilidad de que su emperador, es simplemente cruel.
—¿Qué derecho crees tener para arrebatarme a mi hijo? —cuestionó Canek, un hombre medianamente corpulento, cuya edad rondaba ya los cincuenta años, de piel morena y con el cabello en su mayoría grisáceo, algunos mechones aun mostrando el color negro que tuvo en su juventud, la mirada de aquel emperador era penetrante, aterradora, en especial cuando se encontraba como en ese momento, en el centro de la sala donde han ubicado el trono. Aún sentado es notable su gran altura. La mujer que se encontraba al frente suyo, permanecía de rodillas, con las palmas de sus manos tocando el suelo y la frente a escasos centímetros del mismo, asustada.
—Mi señor, nunca me atrevería a algo así. Por favor, le suplico su perdón, ha sido un accidente, yo no... —su voz no se ocupaba en ocultar el temor que sentía, fue silenciada tan pronto la mano de Canek realizó un suave movimiento, que con claridad era entendido por los guardias en la sala del trono.
Tan pronto como la mujer de cabellos rojizos había comenzado a hablar, la señal fue dada y ese guardia desenfundó su espada, en un movimiento veloz y certero, la cabeza terminó por ser desprendida del cuerpo. El silencio se hizo una vez más en ese lugar, el único sonido durante un par de segundos, fue el que producía la sangre brotando ante la herida de muerte.
—Encárguense del cuerpo —fue lo último que Canek pronunció, antes de levantarse y dirigirse a la puerta ubicada a su derecha, que fue abierta para él por el guardia que la custodiaba. Detrás de esta, se encontraba una mujer joven, quince años menor que la recién decapitada.
Anja era la más reciente mujer del emperador, y con la pelirroja recién ejecutada, se había vuelto la nueva favorita, no le había tomado mucho embarazarse, justo en ese momento a su embarazo le faltaban solo dos meses para finalizar, pronto nacería otro miembro de la dinastía de Igverek, el décimo quinto.
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Después de las sombras
FantasíaLa obscuridad abandonó el mundo, pero dejó a las criaturas que lo habitaban. De entre todas, una se levantó con violencia, buscando dominar la mayor parte del territorio, acabando con cualquiera que intentase bloquear su camino. La guerra duró demas...