Capítulo VIII

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Aysun solicitó a una de las mujeres que le sirven, que diera la indicación para llevar a su hermano Berat a la habitación, junto al hijo y amante. Quedaba solo una pieza, y estaba en el calabozo.

Era incorrecto, esa mujer no se merece la muerte. Aun así, no desistiría de su decisión, es ella o Maija, y lamentablemente para la mujer en el calabozo, la castaña le tiene mayor aprecio a la madre de Bekir, inclusive si no tomase en cuenta los eventos de ese mismo día por la mañana.

—Alteza, ¿Requiere algo?—preguntó el guardia que se encontraba en la puerta que lleva al calabozo.

—Necesito estar sola aquí—respondió. —Y que no haya nadie, ni una sola persona de aquí a la habitación libre al principio del pasillo, subiendo las escaleras. Pide que lleven a ese lugar un cuenco con agua, junto con una pequeña daga—indicó. —También pídele a Balanca que indique a los guardias de fuera que pueden llevar lo que traen consigo a esa habitación. Asegúrate de que ese camino también esté libre, que no haya nadie que pueda verlos entrar.

Él asintió, sin hacer pregunta alguna. Aquel hombre con armadura se alejó de la puerta y marchó por el camino que lleva desde ese lugar, hasta la habitación que la mujer indicó, asegurándose de hacer cumplir la orden recibida previo a encontrarse con la encargada del palacio y transmitir la orden que dieron para ella. El paso apresurado del guardia llamó la atención de uno de los amantes que se encontraba en el salón, inquieto por la ausencia de dos de las Altezas.

La bashee abrió la puerta e ingresó en el calabozo, justo frente a la celda que contiene a la mujer de cabellos rubios se detuvo.

—Por fin llegas...llevo horas pidiendo que te llamen, ¿acaso no te dieron mi mensaje?—cuestionó molesta.

—Calla.

—No—soltó. —Sea lo que sea que hayas elegido como castigo para mí, debes saber qué clase de persona es tu hermano.

—Que insolente...¿Cómo puedes expresarte de esta forma?, ¡discúlpate ahora mismo!

—Nunca. No cuando sé que él es vil, y que el único motivo por el cual estoy aquí encerrada, es por obedecerlo. Él me pidió que tocara a ese amante tuyo, ¡que provocara una situación que te obligara a expulsarlo del palacio!—levantó la voz a la par que se ponía de píe y sujetaba con fuerza los barrotes que separaban a ambas mujeres. —Está tan obsesionado con deshacerse de él que no le importa lo que nos pase. Puedes preguntarle, ve y averigua la clase de hermano que tienes...

La hija del emperador bajó la cabeza, ¿realmente podía dudar?, ¿podía creer que su hermano era lo que esa mujer dice? Recordó las palabras del moreno, que esa mujer mentiría, que diría cualquier cosa que le haga creer será perdonada. O simplemente algo que pueda provocar discordia entre ellos, a modo de venganza. Debía ser eso, Derick nunca se atrevería a ir en contra de uno de sus amantes.

Acercó una de las llaves que había tomado del muro al ingresar en las celdas, y abrió la de la rubia. La vio sonreír, la dramir pensó que había funcionado, que confesar todo consiguió despertar la duda en la castaña.

—Es mejor así, debe enfrenarlo antes de que haga algo horrible—señaló.

—Si tus palabras fueran ciertas, lo haría—ingresó en la celda. —La única razón por la que estoy aquí, es por ti. Date vuelta—ordenó.

La mirada de la rubia expresó confusión. Giró lento hasta quedar de espaldas.

—Lo que digo es verdad, pregunta a Dorete, ella recibió la misma orden, solo que yo tuve la mala suerte de ser elegida para intentarlo primero. Yo solo...—no hubo más palabras que salieron de esos labios. El sonido que las reemplazó fue el del cuello romperse cuando la castaña tomó la cabeza ajena y la hizo girar, rápido, con fuerza. Había considerado la idea de otro método para matarla, sin embargo, uno que no implique el derramamiento de sangre era mejor. Uno rápido e indoloro. Esa mujer podía ser una mentirosa, una persona desagradable, aun así, no merecía morir por ello.

Después de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora