CAPITULO 5

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24/Oct/23

Edward pudo ver cada uno de los pensamientos de Jacob y sonrió. Sin embargo, su sonrisa se apagó cuando en el fondo de la mente de Jacob, pudo ver un par de ojos dorados con destellos rojizos en medio de la oscuridad. Fue en ese momento dónde se dió cuenta que el lobo de Jacob permanecía encadenado y enjaulado en el interior de el pelinegro.

Al observarlo con mayor atención lo vio levantarse y casi pudo jurar verlo sonreírle, casi como si pudiera saber que él andaba husmeando en la mente de su otra mitad. Al verlo, se dió cuenta de que era diferente, más grande y con sus colmillos mucho más filosos, su pelaje tenia destellos rojizos casi como si estuviese manchado de sangre, por un momento se vio a sí mismo en el rostro del lobo. Inconscientemente dió un paso hacia atrás, el lobo de Jacob estaba evolucionando, tenía la apariencia de un animal que estaba esperando el momento justo para atacar, luchando y entrenando en los rincones más recónditos de la mente de Jacob, casi como una sombra que no quería ser vista por su dueño.

Supo que Jacob ya no era un niño y su lobo, ya no era un cachorro.

A pesar de lo que acababa de ver, nunca sintió miedo, de hecho pudo sentir ternura  proveniente de los ojos del animal, casi amor.

—Jacob, será mejor que comiences a luchar antes de que alguien más lo haga y creo que ese alguien no busca luchar con palabras —Sugirió Edward con seriedad. Jacob en ningún momento lo vio a los ojos, casi como si lo evitara, gesto que irritó a Edward, pero no hizo nada.

[...]

Después de aquella interacción, Edward le dió su número al menor en caso de que necesitará ayuda y esperaba que el pelinegro realmente lo llamara, ya que sabía que él era demasiado terco y orgulloso como para pedir ayuda, a excepción de esa pelinegra que nunca se le despegaba.

Jacob por casi tres meses estuvo tranquilo, su trabajo en el bar era más que suficiente para mantenerlo así que las peleas solo eran como un ingreso extra, que le pagaba bastante bien, además Sam no había vuelto a aparecer en todo ese tiempo.

Sin embargo, cuando intentaba dormir, su mente era invadida por recuerdos tormentosos y pesadillas que lo obligaban a levantarse tembloroso, agitado y sudado. El cansancio era cada vez más visible en su cuerpo, haciendo que la pelinegra tuviera que mudarse con el menor para poder velar su sueño y que este pudiera dormir más tranquilo.

[...]

Estaba corriendo, me sentía agitado y me sentía más lento de lo que realmente era. Podía sentir el rastro de sangre que dejaban mis patas en el suelo, detrás de mí el crujido de las ramas rompiéndose con cada paso que daba, los árboles siendo apenas una imagen borrosa en mi vista.

Vi un tronco tapándome el paso y creí que podría brincarlo, pero por la velocidad brinque muy cerca del mismo, haciendo que mis patas traseras golpearan salvajemente el tronco haciéndome caer del otro lado. Sentí como el aire salió de golpe por la magnitud de la caída. Me levanté nuevamente y quise seguir corriendo, pero antes de siquiera levantarme, algo mucho más grande que yo cayó sobre mi cuerpo.

Era un lobo inmenso, con los ojos rojos tan brillantes como la sangre, al verlo aquel lobo me mordió la yugular...

[...]

El pelinegro se despertó tembloroso y casi al borde de las lágrimas. En cuanto vio a la pelinegra a un lado de él, intentando calmarlo con caricias y palabras suaves, la abrazo.

—¿Era tu lobo, no es así? —Pregunto Meredith con una voz suave, la pregunta era más por formalidad sin embargo ella sabía que era así.

—Sí, el me perseguía, bueno a mi antiguo lobo, cuando tropecé él me atrapó y me mordió la yugular. Tenia los ojos rojos como los de un vampiro —Explico su pesadilla, su respiración se fue calmando.

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