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«Nada parece unir las vidas de Zhang Hao, un violinista en ascenso, y Kim Jiwoong, un prestigioso cirujano. Sin embargo, su amistad del pasado aún los conecta y su reencuentro después de 8 años revive los secretos que ocultaron desde la infa...
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Zhang Hao abre los ojos despacio cuando siente que su cabeza choca suavemente contra la ventanilla del auto de Jiwoong. Se acomoda en su asiento e intenta desabrochar el cinturón de seguridad pero falla en el intento debido al dolor en su mano, pero Jiwoong se da cuenta de eso y lo ayuda.
—Evita hacer movimientos con la mano por unas horas, hasta que hagan efecto los medicamentos.
Hao suspira un tanto frustrado.
—Me estás pidiendo demasiado. —Dice y finalmente baja del auto.
Camina somnoliento hasta el ascensor y ambos suben. Hay silencio y solo sonidos de llaves que se preparan para abrir sus respectivos apartamentos.
—Recuerda las indicaciones. —Jiwoong remarca al salir del lugar y solo ve a Hao asentir.
—Gracias por todo.
—No es nada, descansa.
Hao se acerca a su puerta y Jiwoong parece no querer irse, es como si esperara encontrar una excusa, algo que lo obligue a quedarse esa noche junto a él. Y como si lo hubiera manifestado, esa excusa llega cuando (lamentablemente) lo escucha quejarse y tirar la llave al suelo cuando intenta abrir la puerta.
La mano de Jiwoong sostiene la cintura de Hao cuando este parece encorvarse por el dolor.
—Me quedaré contigo esta noche.
—¿Eh? No hace falta, estoy bien.
—¿Olvidas que soy doctor? No puedes engañarme con eso.
Hao toma un profundo respiro, no sabe si la presencia de Jiwoong allí es lo correcto, o si la distancia qué hay en ese momento entre sus rostros es la apropiada, o si la ausencia de respuesta a ese mensaje que Hanbin le envió esa tarde fue lo adecuado. Pero sí sabe una cosa: hoy, en ese preciso momento, lo que más necesita es a Jiwoong.
—Está bien, pasa.
Jiwoong intenta disimular que por dentro está simplemente feliz y solo se dedica a levantar las llaves del suelo y abrir la puerta. Al entrar lo invade por completo ese aroma que tanto conoce, ese perfume a flores que es tan familiar y lo lleva a ese jardín de la casa de Hao, el cual solían recorrer juntos ya sea jugando o escapando de los problemas de la vida diaria.
—Disculpa el desorden. —Hao dice pero en verdad todo parece muy bien acomodado.
—No veo nada desordenado. —Jiwoong se ríe un poco. —Siéntate en el sillón, yo voy a preparar algo de cenar.
—No hace falta, yo...
—Hao ¿Por qué no quieres que te cuide?
—No es eso, es que-
—¿Por qué no quieres que te quiera, Zhang Hao?
Su pregunta lo mantiene frente a él congelado. Jamás se lo preguntó y honestamente es la pregunta más coherente en toda esta historia.