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El invernadero solía ser uno de los pocos lugares donde Alice encontraba paz. Las flores vibrantes y el aire fresco siempre lograban calmarla, pero hoy era diferente. Estaba sentada en el banco de piedra, rodeada de plantas que, a sus ojos, parecían haber perdido todo su color y vida. Las emociones se arremolinaban dentro de ella, un torbellino de caos que la hacía sentir al borde del abismo.

Quería gritar, llorar y reír al mismo tiempo. Todo lo que había ocurrido con Jair la había desestabilizado de una forma que no comprendía. ¿Por qué se había sentido así al pelear con él? ¿Por qué sus ojos la habían dejado tan perturbada? La ira, la confusión y algo más, algo que no quería nombrar, se entrelazaban en su mente.

Tomó su cabeza entre las manos, deseando que todo ese ruido en su interior desapareciera. Pero cuanto más lo intentaba, más fuerte se hacía.

—¿Alice? —La suave voz de Luis la hizo levantar la cabeza.

Él estaba de pie a unos metros de distancia, observándola con preocupación. Se acercó lentamente y se sentó a su lado, su presencia cálida y familiar, justo lo que Alice necesitaba en ese momento, aunque no se lo hubiera pedido.

—Te he estado buscando —dijo Luis, su tono tranquilo, aunque sus ojos reflejaban el cuidado que siempre le tenía—. ¿Qué sucede?

Alice respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Quería decirle lo que estaba pasando, contarle lo que sentía, pero no podía. No cuando ni siquiera ella sabía cómo explicarlo.

—No lo sé, Luis —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Siento que todo está mal, como si... como si algo estuviera cambiando dentro de mí y no puedo detenerlo.

Luis la miró en silencio durante unos segundos, luego posó una mano en su hombro, apretándolo con suavidad.

—No tienes que entenderlo todo ahora —dijo, con su habitual calma—. Solo... sé paciente contigo misma. Has pasado por muchas cosas, y no siempre es fácil encontrar el equilibrio de inmediato.

Alice cerró los ojos y asintió, aunque no estaba segura de que eso ayudara. Luis siempre había sido su roca, pero incluso él no podía entender lo que realmente ocurría en su interior. Las imágenes de la pelea con Jair seguían en su mente, cada segundo de ese encuentro extraño que había desatado algo que no podía controlar.

Justo cuando iba a responder, un fuerte sonido los interrumpió. Una alarma resonaba por toda la sede, el eco agudo llenando cada rincón.

—Atención. Todos los soldados deben trasladarse inmediatamente a la zona Z. Ataque confirmado. Repetimos, ataque confirmado en la zona Z.

Alice y Luis se miraron al mismo tiempo, con la misma expresión de urgencia. No hacía falta decir nada más. Se levantaron de inmediato, y sin perder un segundo, salieron corriendo hacia el área principal donde los demás soldados ya se estaban preparando para la misión.

—¡Vamos! —gritó Luis, y Alice lo siguió, la adrenalina comenzando a correr por sus venas.

El caos en su mente fue sustituido por el enfoque absoluto en lo que venía. La zona Z era conocida por ser peligrosa, un territorio donde los monstruos atacaban sin piedad. Pero Alice no tenía tiempo para pensar en sus emociones. Solo había espacio para una cosa ahora: luchar.

Cuando llegaron al portal, los demás soldados ya estaban listos. Melani estaba allí, ajustando su equipo con rapidez, y al ver a Alice y Luis, asintió en su dirección. Todos se alistaban para lo que sabían sería una batalla brutal.

El comandante se acercó, su voz firme resonando sobre el bullicio.

—Preparados, en formación. El ataque es más grande de lo esperado. Entraremos en la zona Z en cuanto el portal esté listo.

Alice respiró profundamente, ajustando las correas de su uniforme y mentalizándose para la lucha. Sus manos temblaban ligeramente, pero no de miedo. Era la adrenalina, el instinto de supervivencia, y la necesidad de proteger a los suyos lo que la impulsaba.

Mientras observaba el portal activarse, con la energía crepitante entre las dos columnas de metal, sintió que una mano se posaba en su hombro. Era Luis.

—Cuídate ahí fuera —dijo él, con una leve sonrisa—. No me hagas ir a salvarte.

Alice sonrió levemente, aunque por dentro seguía sintiendo el caos. Sin embargo, ahora no era el momento para enfrentarlo. Había una batalla que pelear.

—Siempre eres tú el que necesita ayuda —respondió, intentando aliviar la tensión.

Luis rió suavemente, pero sus ojos estaban llenos de preocupación.

El portal se abrió completamente, brillando con una luz cegadora. El comandante dio la orden, y uno a uno, los soldados comenzaron a cruzarlo.

Alice tomó una última bocanada de aire antes de dar el primer paso. Había un monstruo que cazar, y tal vez, solo tal vez, eso la ayudaría a encontrar algo de paz, aunque fuera momentánea.

Destinos Entrelazados. (AA'IN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora