El aire en la sala de entrenamiento era tenso. Jair, el recién llegado, estaba de pie frente a todos los miembros del escuadrón, y Alice no podía apartar la vista de él. ¿Por qué había sido asignado a su equipo? Siempre había trabajado con Luis, su compañero de batalla y el único en quien confiaba plenamente en las misiones. La llegada de Jair lo cambiaba todo, y no de la mejor manera.
El comandante, después de las formalidades iniciales, se dirigió a Alice y a Jair.
—A partir de hoy, Jair será tu compañero —dijo con la autoridad que le caracterizaba, sin dar espacio a objeciones.
Alice apretó los puños. La sorpresa inicial dio paso a una rabia que no pudo ocultar. Dio un paso al frente, mirando directamente al comandante.
—¿Con todo respeto, por qué tengo que cambiar de compañero? —dijo, su voz firme aunque contenida—. Luis y yo hemos trabajado juntos desde el principio. No tiene sentido.
El comandante la observó con una ceja levantada, pero antes de que pudiera responder, Jair se adelantó con una sonrisa tranquila.
—Vamos, Alice. Seguro que no es tan malo tener un compañero nuevo —dijo con un tono que, lejos de ser conciliador, tenía una nota juguetona que la irritó aún más—. Tal vez te sorprenda.
Alice lo fulminó con la mirada.
—No estoy buscando sorpresas —espetó, su voz cargada de desdén—. Solo quiero que las cosas sigan como estaban.
Jair se encogió de hombros con una despreocupación que la hizo hervir de rabia. No parecía tomarla en serio, y su actitud relajada solo avivaba el fuego dentro de ella.
—Bueno, no siempre obtenemos lo que queremos —dijo él, sus ojos dorados brillando con una chispa que Alice no entendía si era burla o interés—. Pero eso no significa que no pueda ser interesante, ¿verdad?
Alice sintió que la sangre le hervía. La calma con la que Jair la trataba la enfurecía, pero al mismo tiempo, algo en su forma de mirarla, como si estuviera jugando con ella, le provocaba una inquietud que no había sentido antes.
El comandante, que había estado observando en silencio, finalmente intervino.
—Está claro que no van a resolver esto hablando. Ambos, al cuadrilátero. Ahora.
Alice sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Luchar contra un nuevo compañero no era lo que había planeado para el día, pero si esa era la única forma de demostrarle que no quería nada con él, entonces estaba más que dispuesta a hacerlo. Subió al cuadrilátero, su cuerpo tenso y preparado. Jair la siguió con la misma actitud despreocupada, lo que solo aumentó su irritación.
—Veamos de qué eres capaz —murmuró él, estirándose con calma.
—Te arrepentirás de esto —replicó Alice, tomando posición.
La pelea comenzó con una rapidez inesperada. Alice lanzó el primer ataque, un puñetazo rápido que Jair esquivó fácilmente. Él contraatacó con una patada baja, pero Alice fue más rápida, saltando hacia atrás para evitar el golpe. Sus movimientos eran precisos, cada uno midiendo al otro, buscando puntos débiles.
Los golpes iban y venían con fuerza creciente. Alice sintió que su cuerpo se calentaba con el esfuerzo, pero no cedía. Jair era hábil, más de lo que había anticipado, pero ella no se dejaría vencer tan fácilmente. Sin embargo, había algo en su forma de moverse, en la intensidad con la que la miraba durante la pelea, que la desconcertaba. Parecía que disfrutaba cada segundo, como si no se tomara nada en serio, pero sus ojos lo desmentían. Eran como una tormenta contenida.
En un giro rápido, Alice lanzó un golpe dirigido a su rostro. Jair lo bloqueó, y ambos quedaron a solo centímetros de distancia. El aire entre ellos pareció congelarse en ese instante. Podía sentir su respiración rápida, el calor de su cuerpo tan cerca del suyo. Ninguno de los dos se movió. Las manos de Alice temblaban levemente, aún alzadas, listas para atacar, pero no pudo avanzar. Algo la detenía.
Los ojos de Jair se clavaron en los de ella, y por un segundo, la expresión despreocupada desapareció. Sus ojos dorados se oscurecieron, y una sombra de dolor atravesó su rostro. Alice, desconcertada, no entendía por qué, pero algo en sus propios ojos parecía haberlo afectado.
—¿Qué... qué pasa? —preguntó ella, apenas susurrando.
Jair no respondió de inmediato. Se quedó mirándola fijamente, como si en sus ojos viera algo que lo perturbaba profundamente. Frunció el ceño, sus labios tensándose en una línea delgada. Entonces, con un movimiento brusco, se apartó de ella, cubriéndose los ojos con una mano, su cuerpo tenso de repente.
—Nada —gruñó, su voz cargada de ira contenida—. No es nada.
Bajó del cuadrilátero de un salto, sin mirar atrás, dejando a Alice inmóvil, respirando con dificultad y con el corazón golpeando en su pecho. Estaba tan sorprendida como molesta. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué había reaccionado de esa manera?
El comandante intervino, dando por finalizado el combate. Pero Alice apenas lo escuchó. Su mirada seguía clavada en Jair, que se alejaba sin decir una palabra. Algo en él había cambiado en ese último momento, y aunque no lo entendía, sabía que aquello no era un simple intercambio físico.
—Maldita sea... —murmuró para sí misma, apretando los puños.
El eco de su respiración aún resonaba en sus oídos. Algo había ocurrido en esa pelea, algo que iba más allá de los golpes. Y aunque no quería admitirlo, sabía que Jair no era lo que parecía.
ESTÁS LEYENDO
Destinos Entrelazados. (AA'IN)
Romancees un relato envolvente que sigue la vida de Alice, una joven que enfrenta extraños y persistentes sueños sobre un hombre herido por múltiples espadas mientras pronuncia su nombre. Estos sueños, enigmáticos y recurrentes, desconciertan a Alice, quie...