☆.。.:*5: Premoniciones y certezas ☆.。.:*・

76 12 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Tsunade le apretó el hombro para animarlo. Como Hinata no se atrevía a dar un paso hacia sus nuevos padres, al final lo empujó. Sin más opciones, el adolescente avanzó con timidez hacia la pareja que lo esperaba con una expresión de inquietante satisfacción.

Desde el principio, ninguno de los dos le había gustado. No obstante, al ser tan mayor, carecía de opciones. De hecho, los señores Yoshihara fueron los únicos en buscar un hijo adolescente, por lo que Tsunade los vio como su salvavidas. Ya que, después de todo, Sasuke había sido contundente al respecto: debía conseguirle un hogar.

A pesar de todo, si era honesto, Hinata prefería vagar por las calles pidiendo limosna que irse a vivir con ellos.

Le desagradaban profundamente. Sobre todo su nuevo padre. Tenía una mirada aterradora, una que para él ya era conocida: la misma que había visto cuando estuvo esclavizado a Kakuzu y sus sicarios. Eso le erizaba la piel.

La señora Yoshihara le sujetó la mano con fuerza, como si le asustara que huyera de ellos, y empezó a caminar hacia la salida. Sin ninguna otra opción, Hinata se dejó guiar. Antes de que cruzaran la puerta, echó una última mirada a Tsunade, con la esperanza de que reconociera el miedo en su rostro y lo salvara, como había hecho Suigetsu. No sucedió así. Rindiéndose, se despidió del único lugar donde había tenido algo de tranquilidad, al menos durante cuatro semanas.

Muy dentro, la voz de su conciencia le dijo que debía tatuarse aquella imagen con fuego en la memoria, pues ya nunca volvería a ser feliz.

Como todos en aquel mundo decadente, sería arrastrado de vuelta al abismo. Y, ahora, no habría nadie dispuesto a salvarlo.

«Quiero volver a casa», pensó. Deseaba, con todo su ser, regresar a Silicon Sanctuary para correr descalzo por los caminos de tierra. No, lo que más anhelaba era poder tener de vuelta a sus padres, así como a sus hermanos y pasar una tranquila noche de fogata, asando unas salchichas y mazorcas de maíz. Porque eran personas humildes, pero unidas, que se amaban con todo el corazón.

«Papá, mamá. Hanabi, Neji...». Contuvo un sollozo. Nunca los volvería a ver, jamás.

Mientras avanzaban por la carretera, Hinata contempló los edificios, que se iban quedando atrás y se hacían cada vez más pequeños, hasta que solo eran pequeños bloques de colores en la distancia. Estaba acostumbrado a la vida en el campo, así que aquello le resultaba desconcertante. Por supuesto, no sería de este modo si El Rey lo hubiera dejado salir; en cambio, estuvo encerrado en una habitación oscura durante un largo tiempo. Cuando por fin lo liberó, fue únicamente para convertirlo en el saco con el que podía descargar su furia.

Hinata se estremeció al recordar cómo lo desnudaban para azotarlo, cuando cometía errores con sus actitudes o respuestas; la forma en que lo trataban: como si no valiera ni el aire que respiraba. Lo peor de todo, sin embargo, era cuando Kakuzu, o alguno de sus hombres, lo forzaba a permanecer de rodillas con los brazos extendidos durante horas. Si no lo conseguía, lo quemaban con cigarrillos antes de...

El Colmillo del Diablo | SasuHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora