IV.

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Bien encerrado en la seguridad de su habitación, Henry se preguntaba como había sido tan imbécil.

Firmemente había creído que su desliz, Alex no lo había notado debido a su borrachera. El hombre había seguido hablando con naturalidad y Henry se sintió seguro momentáneamente, cuidando también de elegir las palabras correctas antes de decirlas. Si era sincero consigo mismo, Alex había hablado tan bonito sobre los omegas que el omega dentro de él se sintió tan complacido por ello que había dicho lo que dijo sin detenerse a pensar. En algún momento de su conversación, olvidó que Alex olía demasiado bien y disfrutó tenerlo a su lado y hablar porque no era el típico alfa pretencioso y engreído con los que a menudo tenía que relacionarse por su posición.

Dándose cuenta que las cosas estaban demasiado íntimas en aquel pasillo, por Alex irradiando lujuria y mirándolo lascivamente; se enderezó para regresar al salón y evitar algún desastre. Apenas había dado un par de pasos cuando sintió a Alex a su espalda. La lujuria se había desvanecido y la mano de Alex lo detuvo. Henry se tensó completo. Fueron unos segundos interminables, donde Alex se limpió la nariz y aspiró fuerte y profundo. El tiempo se detuvo y Henry supo que su secreto vergonzoso ahora lo sabía el maldito hijo de la presidenta de Estados Unidos. De entre toda la gente posible, tenía que saberlo Alexander Claremont-Díaz.

Alex no se retiró y Henry sintió que la mano sobre su antebrazo quemaba.

Se sacudió con violencia para encararlo y Alex siguió en su sitio con la mano arriba.

No se dijeron nada inmediatamente. Alex lo miraba con clara confusión y por alguna razón, su aroma se había intensificado. Henry abrió la boca para decir algo pero realmente no sabía qué.

-Henry...

-Alteza para ti

-No diré nada... Alteza.

Henry le creyó. Por qué, no sabía, pero le creyó. Asintiendo, regresó al salón y le pidió a Shaan retirarse lo más pronto posible.

Ignorando su celular que vibraba incesantemente, Henry terminó de ponerse su pijama y se envolvió en las cobijas, dispuesto a dormir y fingir que esto no había pasado y que nunca se había topado con Alex. Logró dormir en un sueño intranquilo.

Al día siguiente, Henry tenía su desayuno frente a él, pero en realidad no tenía apetito. Entre la conmoción de anoche y la regañada que le esperaba por la grosería de abandonar la fiesta sin avisar y sin despedirse, lo único que lograba sentir era náuseas y ganas de seguir durmiendo.

-Muy buenos días, hermanito-Bea entró bastante contenta, dándole golpecitos en la espalda sacando a Henry de sus cavilaciones -. Ese desayuno se ve muy asqueroso, déjame decirte.

-Hola Bea. ¿Por qué estás tan feliz?

Ella le robó el vaso con jugo y le dio varios tragos. Se sentó junto a él.

-Nora acaba de irse.

-¿Disculpa?

-No pasó nada. Quería pero Nora no entonces no la obligué, simplemente dormimos juntas y tuvo que irse porque Alex y June no dejaban de llamarle. Parecen sus guardianes. Quería que desayunara conmigo pero en otra ocasión será - dejó el vaso vacío en la mesa y toda su euforia pareció evaporarse. Miró a Henry con intensidad y tomó su mano, acariciándola con ternura.

Henry no pudo evitar reaccionar. No tenía nada para disfrazar su omega; antes de bajar se había bañado y el olor era evidente, así que Bea también estaba reaccionando a ello, pero con el amor fraternal que se tenían.

-Supongo que Philip me está esperando.

-Si, Shaan me pidió que te lo dijera. ¿Me dirás que sucedió? Si puedo interceder...

Cítricos y JazmínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora